La competencia entre proveedores de servicios similares es considerada un pilar indispensable en las economías de mercado para lograr el beneficio de los consumidores y permitir a los mismos acceder a servicios de punta, en condiciones de calidad y a tarifas asequibles.
El modelo o modelos adoptados por los distintos países para lograr un ambiente de competencia (en México, a partir de la reforma a la Constitución en materia de Telecomunicaciones de 2013, se ha planteado como objetivo la consecución de competencia “efectiva”) varían según las circunstancias de cada caso particular.
El modelo adoptado en los países europeos, en donde las telecomunicaciones se desarrollaron durante décadas como un monopolio estatal natural, posteriormente privatizado de manera gradual, difiere de lo ocurrido, por ejemplo, en Estados Unidos, en donde, si bien existió un poderosísimo monopolio telefónico durante décadas, como lo era AT&T, éste no era estatal, sino privado, y fue segmentado desde la década de los 80 para atender mercados específicos y dar paso a la formación de monopolios regionales en las redes de acceso local, con la formación de las empresas conocidas como “Baby Bells”.
Desde que se dio la división de la entonces todopoderosa AT&T por motivos de competencia económica, mucho ha cambiado en el vecino país del norte y en las telecomunicaciones mundiales. El nacimiento y desarrollo de la telefonía móvil como el principal servicio de telecomunicaciones, así como las posibilidades multimedia que todas las redes, fijas y móviles, han adquirido a partir del advenimiento de la convergencia tecnológica de voz, datos y video, en un ecosistema de conectividad plena basado en la red de redes o Internet, han derivado en una complejidad mayor para analizar las operaciones de concentración económica que pueden beneficiar, o no, a los consumidores de un mercado determinado.
Apenas en 2014, las autoridades antimonopolio estadounidenses se resistieron a una fusión entre dos empresas de telefonía móvil que operan en aquel país: T-Mobile y Sprint. Ello, a pesar de que ninguna de estas empresas domina el mercado y de que, una vez combinadas, su participación, medida por número de usuarios, daría origen a un operador de magnitud similar a los dos principales proveedores de servicios móviles, que son Verizon y la “nueva AT&T”.
Esta discusión se ha retomado. T-Mobile y Sprint han anunciado nuevamente su intención de formar una sola compañía para competir en mejores circunstancias con los dos gigantes que dominan el mercado móvil de Estados Unidos. La lógica detrás de esta operación radica en que, al fortalecer su posición competitiva, la nueva compañía será capaz de desplegar cuanto antes una red de quinta generación móvil (5G) con cobertura nacional, que beneficiará a sus usuarios, así como el desarrollo de servicios de nueva generación que dependen del consumo de grandes capacidades de trasmisión de datos.
Desde el momento del anuncio se ha advertido que los planes de fusión enfrentarán la oposición de las autoridades. Para algunos reguladores, no resulta necesaria la combinación de estas dos empresas, sino su fortalecimiento en forma separada.
En México, las autoridades permitieron reducir de cuatro a tres el número de operadores móviles. Paralelamente, se ha impulsado el desarrollo de la Red Compartida Mayorista en la banda de 700 Mhz, bajo la premisa de que esta infraestructura complementará a las redes existentes para fortalecer la competencia y permitirá, de igual manera, la proliferación de empresas de nicho que beneficiarán al consumidor.
*Analista en Telecomunicaciones