¿Qué Presidente queremos?

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Después de los tres debates, los 89 millones de mexicanos registrados en el padrón electoral tuvieron una invaluable posibilidad de hacerse la idea de qué tipo de Presidente quieren desde el 1 de diciembre. Siempre teniendo en cuenta algo que no tiene vuelta atrás: elegir… es renunciar.

El gran beneficio para los electores de un país que es la duodécima economía del mundo, el décimo exportador de alimentos, el sexto más visitado del planeta, que exporta 35 millones de dólares por hora a Estados Unidos y Canadá… es que los candidatos siempre fueron congruentes.

Meade:

—Insistió en proponer y en explicar cómo lograr sus ofertas, sin hacer caso al facilismo de que los electores no escuchan ni piensan y únicamente se dejan llevar por sentimientos. Error o acierto, prefirió explicar, argumentar, sin ver la campaña como una vendimia para incautos.

—Su abanico fue desde trabajar para lograr oficiales bien entrenados, protegidos y pagados, con acceso a las mejores y más nuevas tecnologías y bases de datos con información sobre los criminales y mantener a los militares en los lugares más conflictivos, hasta construir un sistema de salud donde todos puedan elegir el hospital que les convenga.

AMLO:

—Se atuvo a las encuestas que lo dan como ganador, aun cuando la constante en éstas ha sido un rechazo o “no respuesta” de alrededor de 75 por ciento, y la mitad del electorado decide en el último mes y un cuarto en la última semana de campaña.

—Por eso decidió no dedicar los debates a profundizar en sus propuestas para, en cambio, repetir sus mensajes diarios de mítines y entrevistas de banqueta: sencillos, retóricos, de consumo fácil, como la moralización del país, la lucha contra la corrupción y la “cuarta transformación de México”.

Anaya:

—Se aferró a sus notables cualidades para el debate, la polémica y la repetición de ideas de memoria, su indudable capacidad de peleador verbal, la disciplina para estructurar con cuidado sus apariciones en escena. Abusó en su estrategia de parecer más joven de lo que es.

—Su punto débil apareció a la hora de explicar su programa de gobierno. En ninguno de los tres debates le alcanzó el tiempo para exponer su proyecto estrella de regalar dinero a “todos los ciudadanos por el simple hecho de ser mexicanos y que puedan vivir con dignidad”.

Jaime Rodríguez:

—Sólo ocupó su tiempo en ocurrencias, trivialidades y golpes de efecto sin sentido, como su idea de cortar las manos a los ladrones o eliminar el salario mínimo y los programas de apoyo a la población más desprotegida para que ésta “tenga que trabajar”.

¿Sirven los debates para decidir qué Presidente queremos? o ¿sirven para definir qué Presidente merecemos?

Faltan 18 días para saberlo.

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