Pido permiso a ustedes, a los directivos de LA RAZON para escribir un asunto personal.
El sábado pasado fue de dolor familiar por el ingreso de mi madre a urgencias en un hospital en la CDMX.
En la tarde de ese día se presentó la disyuntiva de definir si se le operaba a sus 94 años o que “viviera” con dolor perdiendo cada día su capacidad física y mental. La operación daba solo 1 o 2 % de que saliera bien y salió bien. Pero ahora le toca a la terapia intensiva por el debilitamiento extremo y en el postoperatorio. En esto estamos. Ahí andan las vírgenes de Zapopan y de Juquila, el niño dios, san Benito.
Es cierto que había temas que analizar como los sucesos de aquel 10 de junio de 1971, cuando fuimos reprimidos por los “halcones,” paramilitares entrenados para eso por el régimen.
Muchos nos salvamos por la solidaridad de los habitantes de San Cosme y de la Normal. Ahí andábamos Edgar Morales y yo con bolsas llenas de centavos que se recaudaron en los boteos para poder pagar una inserción del movimiento por la democratización, en el único periódico que nos aceptaba que fue EL DIA de Enrique Ramírez y Ramírez y después Socorro Díaz.
O bien analizar la entrevista entre Trump y el nieto de Kim Il Sung, las groserías de Trump contra el ministro canadiense Trudeau y el grupo de los 7. O la campaña electoral cuyo resultado, el que sea, tendrán que haber redefiniciones del sistema de partidos, del régimen político, de justicia, económico y social.
Pero para mí, la familia, lo más importante era y es la salud de la madre. De la maestra Celia Herrera Moro Gómez.
Vuelvo a ello: Ahí con los doctores, los hermanos Celina y Ramon definiendo a las 18 30 horas la vida de su madre. Decidimos jugarla por una vida digna, la operación. Ella dándonos la bendición, a sus hijos, a Maritza, sus nietos Areli, Ariel, Celinita, Viviana, Verónica, Daniela, Lorenia, a Bertha quien la ha cuidado. Y al otro día la tía Mercedes Juan.
Salió hacia el quirófano lanzándonos besos.
Y en esto estamos. Esperando quede el salto para que vuelva a vivir plenamente con alegría y optimismo. Con su sonrisa y fuerza que contagia a querer vivir y cantar. Necia, consiente, porque le estorban tubos.
Una profesora de historia y civismo, progresista, con un hijo, Ariel, que se le fue a los 22 años en 1977 por un accidente automovilístico, ahora viuda del profesor Ramon Sosamontes Cabrera, de artes plásticas y grabador del Taller de la Gráfica Popular y militante comunista.
Momentos que todos los humanos hemos vivido. Esperando que salga bien.