Layda Sinsabores

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Mientras usted lee esta columna, pienso que nos deberían haber dado el día a todos para seguir disfrutando del sublime futbol que nos regalaron los muchachos de la selección. En 50 años de vivir apasionadamente este deporte nunca los había visto jugar así. Lo disfrutaron y lo hicieron a la perfección. Un regalo del Día del Padre excepcional.

Pero volviendo a nuestra realidad cotidiana, hace apenas unas semanas, comentaba yo en este espacio sobre el enorme desatino que supuso designar, a dedo, a Layda Sansores para candidata a una de las alcaldías más importantes de la capital. El simple hecho de su nombramiento habla del nivel de desprecio que López Obrador siente por la ciudadanía.

Para dimensionar la importancia de Álvaro Obregón, no solamente es que su padrón electoral sea más abultado que el de varios estados de la República, sino que también su economía supera a muchos.

Para abrir boca, se puede decir que las universidades, museos, teatros, centros comerciales, restaurantes, pueblos, barrios y colonias (de las más ricas a las más miserables) no los tienen más que Monterrey y Guadalajara. Ni tampoco muchos presumen sus avenidas, parques y desarrollos corporativos. De ese tamaño es gobernarla; y de ahí que los partidos debieran cuidar muy bien el perfil de los contendientes.

He conocido a muchos de los que han pasado por la delegación. Desde perredistas del ala bejaranista, hasta priistas con características muy diversas. De casi todos ellos puedo decir que eran personas preparadas. Porque más allá de luces y sombras, que todos llevamos en el camino, nadie puede negar la preparación profesional de personas como María Angélica Luna Parra u Oscar Levín. Y tampoco se le puede regatear el talento político a un Leonel Luna.

Y aquí sí quiero subrayar que aunque a este último no lo tengo en buena consideración, se ganó a pulso el liderazgo de la izquierda gobernante por allá. Así que, si de escoger se trata, prefiero a políticos como Luna, que una Layda Sansores que no tiene más que desfiguros, incongruencia, incapacidad y opacidad.

La campechana mostró el verdadero rostro de Morena; uno de absoluta simulación. Con nada han quedado mejor exhibidos últimamente que con el escándalo de sus abusivas compras. Que hayan salido en su defensa López Obrador y Claudia Sheinbaum, no me sorprende; finalmente los complots y la guerra sucia son escapatorias fenomenales. Por cierto, excusas utilizadas con mucha frecuencia por los dictadorzuelos latinoamericanos de izquierda.

Pero el decoro se fue al caño cuando Irma Sandoval, propuesta para la Función Pública, la exonera, haciendo gala de burda consigna. En nada les habría afectado bajarla de la contienda con una severa condena. ¡Pero no¡, el mensaje es completamente opuesto; es uno que no habíamos visto últimamente.

Por lo menos mi generación navegó por las aguas turbulentas de Echeverría y López Portillo a través de la angustia de nuestros padres, por la devaluación y la expropiación de la banca. Pero estas señales autoritarias, incongruentes y faltas de toda moral pública hacen necesario que esta misma generación haga algo al respecto. De entrada, no votar por ellos.

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