La ciudad cada día se torna más violenta y la impunidad se pasea a sus anchas, sabedora de que la mayoría de los delitos no encuentran castigo. Y lo que no habíamos visto antes, cuerpos desmembrados arrojados en la vía pública, acompañados de narcomensajes, parecen el presagio de algo más dantesco.
Por si fuera poco, hace unos días asesinaron al bombero Javier Salinas, quien había tenido problemas con el líder de ese sindicato, Ismael Figueroa. Incluso, el hoy occiso advirtió, días antes de su muerte, que si algo le llegaba a pasar responsabilizaba a Figueroa.
Solamente habrá que esperar a que terminen de confesar los autores materiales, que ya fueron capturados por la policía. Lo que es cierto es que el primer caso se trata indiscutiblemente de una guerra entre bandas de narcotraficantes que operan a gran escala en la ciudad; mientras que el segundo pudiera tener motivos políticos.
Ambos hechos son muy desalentadores y reflejan la degradación por la que atraviesa nuestra sociedad. El crimen organizado que opera en la ciudad evidentemente no está siendo combatido con mucha eficacia; o cuando menos, se puede decir que la detención espectacular de un cabecilla no resuelve el fondo del problema.
¿Y cuál es el fondo? Desde mi óptica, no se les puede encerrar a todos, pero sí se puede contener a los criminales. Y con contener me refiero a evitar que extiendan sus tentáculos hacia giros que lastiman mucho a la sociedad, como el secuestro y la extorsión. Otra estrategia de contención eficaz, pero que toma tiempo, es procurar el desarrollo de los niños y jóvenes de los barrios en donde estas bandas reclutan a sus elementos.
No soy ingenuo y sé bien que siempre habrá alguien dispuesto a robar, vender droga o matar por unos cuantos pesos, aunque les pusieran una extensión gratuita de Harvard en pleno barrio de Tepito. Pero sin duda, apostar por las personas, por su superación individual y colectiva, algún resultado positivo tendría en beneficio de nuestra convivencia.
Discutir la legalización de las drogas en la ciudad es una tarea pendiente que debe abordarse con seriedad. Yo no la veo como una solución mágica, porque trae muchas complicaciones. ¿Cuáles drogas se legalizarían? Porque si no son todas, entonces prevalecería el mercado negro de las que queden fuera. ¿A quienes les sería permitido comprarlas? Si se deja fuera a los menores de edad, entonces habría mercado negro para ellos.
Con esto quiero simplemente ejemplificar que una mente criminal siempre encontrará la manera de tratar de burlar la ley. Pero el Estado, concretamente el gobierno, debe hacer todo lo posible para evitar que se repitan las escenas de este fin de semana sobre avenida Insurgentes Norte.
No suena nada bien.