Para dentro de una semana, todo México se habrá ya enterado si la Selección Nacional pasó a la siguiente fase del Mundial. Quizás también sabremos qué le pasó a la mamá de Luis Miguel en la imperdible serie de televisión y, lo más importante, conoceremos los resultados de las elecciones.
Serán demasiadas emociones juntas, aunque en lo tocante al proceso electoral su conclusión tendrá consecuencias profundas en nuestra sociedad. Al igual que en un torneo deportivo o en un programa de tele, la política despierta pasiones; pero elegir un liderazgo y un modelo de país es algo que, en teoría, requiere de mucha reflexión.
Porque existen sucesos en la vida en los que somos meros espectadores, sin control alguno sobre lo que vayan a hacer los jugadores en la cancha o el escritor con su libreto. Pero como ciudadanos sí que podemos y debemos participar, con nuestro sufragio, en el diseño del país que deseamos para nosotros y para los que siguen.
El gran riesgo que siempre se corre en democracia, es que precisamente muchas personas votan con las emociones por delante: con el estómago, con rabia o con prejuicios, y no con información, conciencia y responsabilidad. Así ocurrió en Inglaterra con el Brexit, del que hoy están profundamente arrepentidos los británicos. Y lo mismo ocurrió en los Estados Unidos, aunque allá no hay arrepentimiento por parte de los electores que comparten una agenda racista, xenófoba y globalmente irresponsable.
Los que se dan de topes en el país vecino son los liberales, ésos que no hicieron los suficiente para derrotar al populismo de Trump. Aquí, en este diario, advertimos hace ya mucho tiempo sobre las enormes similitudes que existen entre el inquilino de la Casa Blanca y López Obrador. Desde luego, me complace leer que la prensa nacional y extranjera empiezan a abrir los ojos al respecto, aunque a estas alturas no sé si sea demasiado tarde.
Faltan siete días y los que ya decidieron su voto, seguramente no cambiarán de idea. La única esperanza que le queda al país y a la ciudad, para no caer en manos del social-populismo, está en el voto útil.
Imagino ríos de personas formadas en las casillas decidiendo masivamente por quien vaya segundo. Pero es un sueño difícil de alcanzar porque ese voto está pulverizado. Nunca se pusieron de acuerdo y ni a sus aliados pudieron retener, como es el caso de los verdes.
Me queda, sin embargo, la esperanza de que la Ciudad de México no caiga en manos de Sheinbaum, Bejarano, Batres, Salgado y compañía. Por lo menos aquí sí se vio la campaña del Frente, a diferencia del resto del país. Y aún así, en aquellos lugares donde la presencia fue nula, la gente saldrá a votar por una opción que no sea la izquierda radical, trasnochada y resentida de Morena.
Me alienta un poco ver el desangelado cierre de López Obrador en Veracruz, y el hecho de que su campaña en redes estuvo impulsada por bots; es decir, por personas inexistentes. Ésas no votan y nosotros sí.