Arriba y adelante, repetía Luis Echeverría durante su campaña, y al final de su administración, con una deuda exterior duplicada y una dolorosa devaluación, despertamos con la novedad de que el país había ido hacia abajo y hacia atrás.
La solución somos todos, dijo López Portillo como candidato, y al término de su sexenio todos andábamos buscando la solución a una de las mayores crisis económicas que padeció México en el siglo XX.
Tan graves eran las circunstancias, que Miguel de la Madrid se decantó por un lema urgente: la renovación moral de la sociedad, y en su toma de posesión sintetizó en una frase la magnitud del desafío: No permitiré que la patria se nos deshaga en las manos.
Que hable México, convocaba Carlos Salinas de Gortari en su campaña, y ya como presidente emprendió un proyecto modernizador que incluyó reformas constitucionales en artículos clave y la firma del TLCAN, hoy amenazado por la errática voluntad del presidente de Estados Unidos. Hacia el término de su mandato, el homicidio del candidato priista, Luis Donaldo Colosio, y el alzamiento en Chiapas crearon un escenario inédito para el proceso sucesorio.
En ese contexto, Ernesto Zedillo enfocó su estrategia electoral en el núcleo familiar: Bienestar para tu familia, prometía.
La crisis de 1995 hizo que la familia no gozara de bienestar durante los primeros años de su sexenio, pero logró dejar una economía estable que por primera vez en dos décadas permitió un cambio de administración federal sin crisis.
Vicente Fox, pidiendo El voto del cambio, según rezaba su lema principal, rompió la prolongada hegemonía del PRI y se erigió como vencedor en unas elecciones organizadas por primera vez por una institución independiente del gobierno, el Instituto Federal Electoral.
La mayoría votó por el cambio, y aunque mudó el partido en el gobierno, el cambio quedó en un ejercicio de alternancia que no se consolidó como transición a la democracia.
Felipe Calderón modificó su lema a lo largo de su campaña, desde Mano firme, pasión por México, hasta El presidente del empleo, pasando por Para que vivamos mejor, pero durante su gobierno prevaleció la lucha contra el narcotráfico, que luego de 12 años sigue enlutando al país y alargando un periodo de inseguridad cuyo término se ha convertido en nuestra más ansiosa prioridad.
Enrique Peña Nieto optó por hacer de su lema un compromiso de campaña: Te lo firmo y te lo cumplo. Ya se harán las cuentas de porcentaje y evaluación de su cumplimiento, incluyendo las reformas estructurales. Mientras tanto, los actuales candidatos a la Presidencia de la República han identificado, en el marco de sus diferencias, puntos de encuentro: todos se pronuncian, con mayor o menor énfasis, por un No a la inseguridad, a la impunidad y a la corrupción.
No se trata de hacer juicios sumarios, lo que sería tan injusto como irresponsable, sino de recordar lemas de campañas ganadoras que, por ello, pueden ser contrastados con lo sucedido.
Hay que aceptar, por otra parte, que en los sucesivos gobiernos se fue generando un entramado legislativo e institucional que debe consolidarse porque ha distribuido facultades y ha matizado la concentración del poder, lo que con todo y sus insuficiencias ha nutrido nuestra democracia.
Ahora, al ritmo de spots y redes sociales, los candidatos presidenciales renuevan sus lemas con frecuencia: José Antonio Meade sostiene, entre otras cosas, que se trata de “Cerrar la distancia entre el México que somos y el México que queremos ser”.
Si de lemas se trata, Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya van por caminos paralelos: El cambio verdadero, dice el tabasqueño; El cambio inteligente, dice el queretano. Juntos haremos historia, enarbola el primero; Juntos lo haremos posible, afirma el segundo.
Que hemos avanzado y que tenemos muchos problemas son dos afirmaciones ciertas. Sin embargo, es un hecho que seguimos necesitando ir hacia arriba y adelante y que todos seamos la solución; necesitamos bienestar para la familia, vivir mejor y que se cumpla cuanto se promete, así como renovación moral, lo que no hemos podido lograr a fondo con ningún color partidario en los tres órdenes de gobierno.
Y ahora, al margen de quién lo dice, precisamos de un cambio verdadero y un cambio inteligente, así como de cerrar la brecha entre lo que somos y lo que queremos ser.
Así nos acercamos a la jornada electoral del 1 de julio.