Conforme se acerca el fin de las campañas, algunos actores políticos se quitan el antifaz y muestran su verdadero rostro; ése de la conveniencia, de la traición, de la ambición y hasta del miedo. Al grito de ¡fuera máscaras! cambian de bando o se rinden a los pies de quien consideran ganador, sin recato alguno y haciendo gala de un enorme cinismo.
Algunas declinaciones son espontáneas y motivadas por la consecución de intereses personales; mientras que otras son parte de una estrategia bien planeada para generar impactos psicológicos. En cambio, las que son como las de Amalia García, combinan ambos aspectos.
Ella es otra más de esas personas que gustosas aceptaron trabajar con Miguel Ángel Mancera; pero después de cinco largos años de haber gozado de los sueldos y privilegios de ese gobierno, decidieron mejor voltear bandera. Eso lo he visto muchas veces en la vida pública, pero que sea algo relativamente común, no deja de ser lo que es: una bajeza.
Algunos, incluso, no se equivocarían en llamarla traición, pero a mí no me consta ningún juramento que la zacatecana le haya hecho al exjefe de Gobierno. Lo que resulta evidente es que si su corazoncito latía por Morena, bien se pudo haber largado con ellos desde hace varios años. Pero sin duda, le resultó mucho más cómodo eso de ser secretaria del Trabajo y andar metida en el juego. A dos minutos del silbatazo final decidió cambiar de camiseta y meterle gol al equipo que la cobijó; lindo recuerdo que deja.
Y de todos los personajes a los que les podía levantar la mano se decidió por Víctor Romo. Pero, bueno, hace apenas un mes que había llenado de flores a Claudia Sheinbaum; así que bajo ese criterio, no hay mucho por agregar. Su excusa para romper fue que Ricardo Anaya apoyó la Reforma Energética. Interesante, porque eso le indignó sobremanera, pero los niños del Rébsamen y las corruptelas que rodean a los de Morena en la ciudad no parecieron importarle mucho.
Aquí es cuando el lector informado debe darle a políticos de esa clase el mismo valor que se le da a un mercachifle. En lo personal, me apena mucho, porque a ella la tenía en otro concepto. Definitivamente le falló el juicio, ya que en todo caso se hubiera regresado a apoyar a algún “político honesto” de Zacatecas (si es que todavía quedan algunos).
Conozco muy bien su tierra y su gente, mientras que ella, aun viviendo tanto tiempo por acá, nunca nos llegó a conocer. Fue, sin duda, un error de Mancera haberla rescatado del ostracismo y los escándalos familiares.
Otro que declinó, pero ése sin generar sorpresa alguna, fue el muy cuestionado rector de la UAEM, Alejandro Vera. Lo hizo descaradamente y a favor del exfutbolista Cuauhtémoc Blanco. Este último seguro se alzará con el triunfo y Vera alcanzará la anhelada impunidad. Nuestros vecinos dejaron de vivir en una “eterna primavera”, pero ahora parece que optarán por pasar sus días en el fondo de un frío socavón.