Despedida

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Ésta es la última entrega de CANELA FINA en La Razón, tras nueve años. Los agradecimientos suelen ser injustos: siempre olvidan un nombre, un gesto, una mano, una brizna de amor… por mucha atención que uno preste al tiempo, y trate de escucharlo transcurrir en su ruido limpio y eterno.

Pero no olvido a Don Ramiro Garza Cantú, hombre sabio que me enseñó a salir, de cada comida, con un amigo. Y he hecho muchos. Don Ramiro propició mi mayor promoción humana en el exilio, me hizo director, y conducir este importantísimo proyecto editorial. También, Don Ramiro, con su calidez bondadosa, sus voces y susurros, sus paseos por el jardín, sustituyó en el cariño a mi padre muerto y, también (siempre hay un también con Don Ramiro), me regaló un perro: Argo, como el perro de Ulises, que, cumplida su misión de esperar veinte años a su dueño, muere a sus pies.

Agradezco, en especial, a Ramiro Garza Vargas, dueño de La Razón, gracias a cuyo empuje y confianza, el diario se afianzó como referente en los medios impresos mexicanos, y seguirá esa ruta. A Ana Garza, por la luz que en sus ojos arde, su hermandad inquebrantable en momentos de penumbra, su andar de hada madrina en los inicios de este proyecto.

Tampoco olvido a mi entrañable amigo y camarada de la misma trinchera, Pablo Hiriart, que me trajo y consolidó a La Razón, cuando ésta era una ilusión rociada por noches de tanto vino, que nos hacía extrañar el agua fresca. Ni a Adrian Castillo, editor excelso y hermano; Eunis, reportera política nata y hermana en mis hipocondrías; Carlitos Jiménez, hijo amado y el mejor reportero de policía de México; a Ale, familia de tiempo completo; a Carlitos Olivares, compatriota; a Bettina, que dio fuerza; a mis queridos amigos Javier Chávez, Cristina, Gilda, Karen, Rocka Billy, Luisa, Martha Rojas, Martha Cotoret, Memo Martínez, Javier Martín, Poncho, Omar, Gabo. A Mario Navarrete, el administrador eficaz, político hábil, negociador incansable.

Va mi agradecimiento también a los columnistas, mi muy querido Rafael Rojas (el mejor ensayista de habla hispana en el momento actual), y mi entrañable Javier Solórzano; así como al humanista Mauricio Farah, el poeta Julio Trujillo, Leonardo Núñez, el filósofo Guillermo Hurtado, Horacio Vives, Gabriel Morales Sod, Armando Chaguaceda, Mauricio Ibarra y Raudel Ávila, quienes con sus posiciones enriquecen la pluralidad que tiene este diario.

Agradezco, con énfasis, a los imprescindibles Bibiana Belsasso (siempre cerca, leída y prolífica), Jorge Witker (fundador de La Razón), Carlos Urdiales, Rodolfo Higareda, Pancho Cárdenas, Valeria López, Mónica Garza, Montserrat Salomón, Ángeles Aguilar, Valeria Villa, Yolanda Pica, Jorge Medina Mora y Ramón Sosamontes. Y a los fraternos Delia Juárez y Roberto Diego, quienes, con el suplemento de los sábados, nos trajeron la elegancia y el fulgor de la cultura.

Hasta aquí, este retrato de familia.

Adiós.

PD: CANELA FINA se seguirá publicando a diario gracias a la bondad de mi amigo Francisco Garfias, en el portal elarsenal.net.

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