Estos últimos días de campaña son muy intensos para todos. A propósito de ello, tuve ocasión de compartir un desayuno con algunos candidatos del Frente, todos del PAN, a diferentes puestos de elección popular circunscritos a la alcaldía de Miguel Hidalgo. Margarita Martínez Fisher, Mariana Gómez del Campo y Federico Döring intercambiaron puntos de vista con vecinos de la zona y demás invitados.
El Club de Industriales fue el escenario para que hablaran prácticamente de todo, desde la planeación urbana y problemas muy locales, hasta las fallas y aciertos de Acción Nacional como gobierno, la política exterior de la administración peñista y el populismo de AMLO. Todos ellos lucieron su amplia experiencia política y escucharon atentos múltiples preguntas y cuestionamientos.
En todos los asistentes se percibió la angustia por un posible triunfo de López Obrador; pero también, rabia por todos estos años en los que panistas y priistas no pudieron hacer más por evitarlo. Un reclamo por demás interesante que recibieron fue por no haber hecho los suficiente para establecer la segunda vuelta electoral. La soberbia les ganó a muchos, aunque al final los responsables directos de este desastre que vivimos estuvieron muy bien identificados.
Curiosamente, el nombre de Claudia Sheinbaum no fue pronunciado ni una sola vez. Para los panistas fue como si no existiera; y para mi sorpresa, tampoco fue tema para vecinos y demás concurrentes. Esto no significa que no sea la candidata a vencer, simplemente lo apunto como un dato singular.
Y hablando de asuntos que pasarán al anecdotario político de la capital, imposible no mencionar los cambios en las listas de plurinominales en el PRI. Pues resulta que después de que el delegado en Magdalena Contreras dijera que votaría por Sheinbaum, y de que otros liderazgos ligados a Cuauhtémoc Gutiérrez se pronunciaran en el mismo sentido, pusieron a los candidatos Rojos en los primeros lugares de la lista.
En resumidas cuentas, doblaron a los “jefazos” priistas que los habían hecho menos. Por la vía del manotazo y el garrote se salieron con la suya. Queda claro que en ese partido no hay nada y los escombros que quedan son de ellos, de ese grupo.
En el PAN, por ejemplo, si se pierden las elecciones, muy probablemente habrá una guerra civil entre los tres o cuatro grupos que se disputarán el partido y sus prerrogativas. En el PRI, en cambio, no quedarán muchos liderazgos con capacidad de siquiera caminar. Algo quedará para los viejos políticos de siempre, y eso le conviene a Cuauhtémoc Gutiérrez.
Si con los de Atlacomulco y Pachuca en el poder le fue relativamente bien, y cuando menos sorteó la tempestad, ahora, con un partido descabezado, no habrá quién lo moleste. Por el contrario, al igual que ocurre ahora, irán corriendo a pedirle alimento.
Ese desastre interno me confirma que la única manera de evitar que Morena se lleve todo, es hacer como electores lo que los liderazgos partidistas fueron incapaces de lograr. El voto útil solamente servirá si le llega a quienes van segundos; y en el caso de la jefatura, es Alejandra Barrales.