El Gran Maestro

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“Toda arquitectura origina sus formas en la

satisfacción  de ciertas exigencias utilitarias por

medio de un determinado sistema de construcción”

José Villagrán García

Después de haberme referido en este espacio al arquitecto José Villagrán García como uno de los autores del Monumento a la Madre, me parece oportuno dimensionar la importancia de quien fue el gran maestro de la arquitectura moderna en México.

Esto con el ánimo de realzar su memoria entre los que lo conocieron, pero sobre todo por dar a conocer a las nuevas generaciones la enorme trascendencia de su obra, tanto en el desarrollo de un marco teórico de la arquitectura, como en la práctica profesional.

Desde que Villagrán cursó sus estudios de arquitectura en la Escuela Nacional de Bellas Artes, estuvo en desacuerdo con que esta disciplina fuera concebida en los talleres de composición como una práctica en la cual se copiaban formas antiguas grecorromanas de catálogos, se adaptaban a la medida del lote y se utilizaban indistintamente ya fuera el proyecto de una casa habitación, de una oficina o de un taller mecánico. En su visión de la enseñanza de la arquitectura también consideraba irrazonable el que en la escuela no se le diera la importancia debida a la solución de las necesidades elementales de habitabilidad del ser humano como la adecuada orientación, higiene, asoleamiento, ventilación, etc. En general observó una carencia generalizada de un cuerpo teórico que estableciera principios mínimos y valores esenciales para una definición moderna de la arquitectura.  En este sentido y ante las limitaciones y deficiencias de la arquitectura mexicana, el maestro Villagrán sentó las bases para su modernización ya que tras muchos años de estudio elaboró un ideario “para determinar como debía ser lo mejor en la arquitectura”. Esta doctrina antes que nada supone que el arquitecto debe tener un conocimiento científico del problema arquitectónico, además de que al proyecto mismo debe de precederle un estudio profundo para determinar el “programa arquitectónico”, esto es el conjunto de los requerimientos específicos de los usuarios a atender. Villagrán planteó también que las soluciones arquitectónicas debían de satisfacer mínimamente factores de conveniencia, de utilidad y económicos, pero sobre todo debían expresar antes que nada la verdad en todas sus facetas, de manera que la percepción de la arquitectura concordara con lo que esta era en la realidad.

En cuanto a la estética de la obra arquitectónica, señalaba Villagrán, la belleza, “se obtiene por la perfecta concordancia y armonía de las partes y el conjunto, a través de la unidad en la composición, claridad, contraste, ritmo, proporción, carácter, etc.”, pero siempre en estricta concordancia con la antropometría. Sirvan estas escasas líneas como reconocimiento a José Villagrán García quien con sus ideas claras de modernidad se opuso a la superficialidad y falta de consistencia del academismo, y supo dar respuesta a las demandas sociales, propiciando una arquitectura pública útil, económica y sobre todo mexicana.

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