Escultura: tradición y modernidad

larazondemexico

En las últimas semanas he estado escribiendo sobre el Monumento a la Madre, su colapso y su restauración, así como de otros aspectos de la historia de este monumento severamente dañado por el sismo de septiembre del año pasado.

Nombré a sus autores, Ortiz Monasterio y Villagrán García y a este último le dediqué un artículo que justificadamente titulé “El Gran Maestro”. Hoy me habré de referir a Luis Ortiz Monasterio con la intención de dimensionar su importancia como escultor en la primera mitad del siglo XX.

Luis Ortiz Monasterio, uno de los maestros fundadores del Salón de la Plástica Mexicana, fue reconocido por su obra de perfil nacionalista que conjuntaba armoniosamente la tradición escultórica mesoamericana con la modernidad occidental. El artista desde muy joven se dedicó a innovar y transformar la escultura mexicana demostrando gran interés por las vanguardias.

En la década de los cuarenta ejecutó tres de sus obras monumentales de talla directa en piedra, más reconocidas. En 1943 realizó la escultura “Las Artes escénicas”, en el Centro Cultural del Bosque, en Chapultepec. En 1946, por invitación del arquitecto Mario Pani, quien estaba interesado en la integración plástica de su obra arquitectónica, Ortiz Monasterio labró los bajorrelieves del edificio a la par con José Clemente Orozco, quien pintó los murales de la Escuela Normal de Maestros. En 1949 el artista llevó a cabo quizás su obra más significativa, el Monumento a la Madre, sumándose al proyecto arquitectónico del conjunto de José Villagrán García, con su intervención en el proyecto escultórico del icónico inmueble.  Las principales aportaciones del maestro escultor durante los años cincuenta fueron obras de carácter monumental y espíritu nacionalista, entre las cuales se encuentran la Fuente de Netzahualcóyotl, en Chapultepec, y varias esculturas de gran volumen para la plaza cívica del teatro de la Unidad Independencia del Instituto Mexicano del Seguro Social. En 1963 llevó a cabo otra obra imponente ampliamente reconocida por sus firmes trazos y carácter nacionalista, en el acceso de la sala de congresos del Centro Médico Nacional. Luis Ortiz Monasterio fue una persona que dedicó toda su vida al arte, y la calidad de su obra, muy en particular en el Monumento a la Madre, es fiel testimonio de su pacto con la modernidad y la vanguardia artística, además de su firme compromiso con la identidad nacionalista.

El concepto general en el que se basa la composición del conjunto conmemorativo corresponde al amplio conocimiento de sus autores respecto al significado que tiene la madre para el pueblo mexicano y a la costumbre de la sociedad de mostrarle su veneración. Es claro que el monumento fue concebido como un altar con el objetivo de que el pueblo tuviera un lugar digno para expresarle a la madre su agradecimiento y su amor, pero fundamentalmente para honrarla.

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