Los murales errantes

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El soberbio conjunto arquitectónico, cuyas fachadas cubiertas de mosaicos de múltiples colores, además de celebrar la mexicanidad, nos cuenta la historia que es nuestra y que nos ha hecho ser lo que somos, se levanta como un gran hito urbano en la esquina de la calle de Xola con el Eje Central Lázaro Cárdenas.

Fue construido en 1953 para alojar la sede de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (SCOP), por instrucciones del joven y tenaz titular de la dependencia, Carlos Lazo, nombrado secretario por el entonces presidente Adolfo Ruiz Cortines.

Lazo, arquitecto de profesión, quien para ese entonces ya había sido el principal responsable del proyecto de la Ciudad Universitaria, percibió que las instalaciones de la dependencia que se encontraban en un inmueble porfiriano eran insuficientes y poco funcionales. Por esta situación, construyó, en colaboración con los arquitectos, Raúl Cacho y Augusto Pérez Palacios, el moderno e icónico conjunto de edificios de oficinas que alojaría durante más de 60 años a la ahora Secretaría de Comunicaciones y Transportes, (SCT).

Estos arquitectos, al haber colaborado exitosamente en el ambicioso proyecto de Ciudad Universitaria, máximo exponente de la corriente moderna de integración plástica que tuvo su auge a mediados del siglo XX, decidieron enriquecer los espacios arquitectónicos del Centro SCOP, especialmente las grandes fachadas con otras expresiones del arte como la escultura y la pintura mural que le dieron un gran realce al conjunto arquitectónico. Para este fin fueron convocados los más destacados artistas plásticos del momento, de la talla de Juan O’Gorman, José Chávez Morado y Francisco Zúñiga, lográndose extraordinarios resultados particularmente en los mosaicos monumentales, que a la manera de la biblioteca universitaria se construyeron en los enormes muros de los edificios.

El conjunto fue dañado por el sismo de septiembre de 2017 y se nos dice que hay dictámenes que aseguran que el conjunto debe de ser demolido y los murales llevados a otro sitio, que para mayor absurdo se ha sugerido que sea el muy cuestionado nuevo aeropuerto. Somos muchos los que creemos que, con voluntad política y talento creativo, se puede adecuar el conjunto y convertirse en un espacio público para la cultura y la recreación, con amplios jardines en donde se puedan admirar las extraordinarias obras de arte que son vivo testimonio de la corriente del muralismo del siglo XX que proyectó a México en todo el mundo. Esta obra arquitectónica de riqueza artística sin precedentes, que consiste en casi seis mil metros cuadrados de murales, que dialogan con la arquitectura de trazos sobrios y espacios abiertos, conforman un conjunto de gran unidad que responde a las técnicas locales y al sentido nacionalista y se constituye en un factor determinante de nuestra identidad. Su mudanza y dispersión sería un error.

En palabras de Diego Rivera, en su texto, Arquitectura y Pintura Mural: “es importante comprender que una verdadera pintura mural es necesariamente una parte funcional de la vida del edificio; una suma sintética y expresiva de sus funciones humanas... un elemento de unión y amalgamamiento entre la máquina que es el edificio y la sociedad humana que lo utiliza”, magister dixit.

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