Estamos por llegar a 12 años de la llamada lucha contra el crimen organizado. Muchos son los saldos; la mayor parte de ellos amargos y, a la vez, desafiantes.
Entre otros, hay uno particularmente doloroso: el país es hoy una inmensa fosa clandestina, con todo lo que ello significa.
Y lo que significa es que cada una de esas fosas alberga restos de personas que alguna vez no regresaron a su casa, que fueron declaradas desaparecidas y que, mientras eran buscadas por sus familiares y amigos, fueron asesinadas y enterradas clandestinamente, con escasas probabilidades de ser localizadas.
Hace apenas unos días se hallaron en Veracruz 32 fosas con los restos de al menos 174 personas, de acuerdo con la autoridad estatal. Este hallazgo se suma a los cientos que se han hecho en el país, cada uno con su lamentable carga de pérdidas, dolor, violencia e impunidad.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos dio a conocer, en abril de 2017, el informe especial sobre desaparición de personas y fosas clandestinas. En él se reporta que, con base en cifras oficiales, del 1 de enero de 2007 a septiembre de 2016, se localizaron 655 fosas, con mil 548 cuerpos. Para el mismo periodo, el muestreo hemerográfico, realizado por la propia Comisión, incrementa estas cifras a mil 143 fosas, con 3 mil 230 cadáveres. Casi el doble de fosas, más del doble de víctimas. Por su parte, organizaciones de la sociedad civil reportan que entre 2006 y 2017 se han exhumado 2 mil cuerpos.
No puede dejar de observarse que, como casi siempre, los datos oficiales reflejan una realidad achicada, ya sea por la falta de registros o por la calculada intención de reducirla.
Aun si se dieran como ciertos los datos oficiales, éstos nos estarían diciendo que durante diez años, de 2007 a 2016, en promedio cada dos días fue inhumada clandestinamente una persona en México, luego de ser asesinada y en algunos casos después de ser torturada y despedazada.
Si partimos de los datos de los registros hemerográficos, el promedio sería de un enterrado clandestinamente cada día. Uno cada día a lo largo de diez años. Demasiada violencia, demasiado dolor e incertidumbre. Demasiada impunidad.
Desafortunadamente no se trata de historia, sino de una continua pesadilla: otro muestreo hemerográfico de la CNDH registra que de enero de 2017 al 30 de agosto de 2018 se han hallado 163 fosas, con 530 cuerpos.
Un dato más para la consternación y el asombro: de estos 530 cuerpos, sólo han sido identificados 54; es decir, uno de cada 10.
El hallazgo o localización de fosas clandestinas no se detiene. Entre las más recientes están las ubicadas en Jalisco, con seis cuerpos, y en Ciudad Juárez, con cuatro víctimas.
Enorme es el desafío del crimen y de la violencia; y enorme debe ser el esfuerzo del próximo Gobierno federal y de los gobiernos estatales para encontrar una respuesta a la desaparición como método frecuente e impune, al homicidio del indefenso y al enterramiento de las víctimas, lo que priva a las familias incluso del alivio del duelo.
A pesar de las dificultades que implique, tenemos que encontrar esa respuesta y contener el crecimiento de lo que es ya una inmensa herida.