La #CaravanaMigrante es un hecho inédito. Nunca antes alrededor de cinco mil personas migrantes habían intentado entrar en grupo a México, lo que además coincide con el periodo de transición de poderes en el país y con la presencia en la Casa Blanca del presidente estadounidense más racista y caprichoso de las décadas recientes, quien está en vísperas de una elección intermedia en la que se juega gran parte de sus posibilidades de repetir en el cargo.
Todo ello a la vez.
Asimismo, la caravana representa al menos la cima de dos fenómenos económico sociales: la prolongada tragedia de los migrantes centroamericanos en su paso por México y la profundidad de una crisis económica y de seguridad en sus países.
Estamos ante un hecho sin precedentes, y no podremos encontrar la solución en fórmulas del pasado. Ante lo inédito hay que tomar decisiones nuevas.
Hace ya más de una década que escribimos en textos dedicados a la migración desde Centroamérica y México, que lo que hacía falta era promover políticas regionales basadas en la cooperación para el desarrollo. Decíamos entonces, y hemos seguido insistiendo en ello, que por más costoso que económicamente resultara este esfuerzo, siempre sería menor, más justo y más efectivo, que la política de contención en la que, por ejemplo, Estados Unidos lleva gastados más decenas de miles de millones de dólares.
Caben dos consideraciones fundamentales: una referida a la situación actual, caracterizada por la concentración en la frontera México-Guatemala de miles de personas que huyen de la violencia y de la pobreza en sus países y que intentan llegar a Estados Unidos y algunos a quedarse en México. Aspiran, como todos los seres humanos, pero en condiciones de urgencia extrema, a una vida mejor y, en todo caso, prefieren vivir con hambre y carencias en otros países que morir en el suyo.
Para ellos sólo hay una respuesta posible: acogerlos solidariamente, satisfacer sus necesidades básicas y respetar y proteger sus derechos humanos. El camino humanitario nunca se equivoca. Ésa debe ser la ruta inmediata. Después puede haber diversas opciones. Atemperado el ánimo, todos seguros, podrán iniciarse procedimientos de asilo o de otras protecciones complementarias. Es indispensable un entorno de paz y tranquilidad. Ya se dio un primer hecho que afortunadamente no tuvo consecuencias mayores, pero que no debe volver a repetirse porque no puede saberse hasta dónde llegaría. Se requiere prudencia por parte de los migrantes y de las autoridades.
La segunda consideración es de mediano y largo plazo: qué puede hacerse para dar a la región centroamericana mejores condiciones, lo que implica generar oportunidades de desarrollo y a la vez de seguridad. Hay que tener presente que al menos 70 mil integrantes de bandas asuelan esos territorios, no ya como pandilleros de calles y barrios, y tampoco ya, infortunadamente, como delincuentes organizados en ciudades, sino incluso con capacidades transnacionales. La llamada tercera generación de la Mara Salvatrucha y de Barrio 18.
El Presidente electo, López Obrador, ha comenzado a promover este gran acuerdo de cooperación entre México, Estados Unidos y Canadá, lo que es un buen principio, y para lo cual el mayor obstáculo es la xenofobia, el nacionalismo a ultranza y los intereses electorales de Donald Trump.
Tendrá que realizarse un gran esfuerzo sostenido. No podemos dejarle a la inercia la solución a un desafío esencialmente humano, revestido de condiciones económicas y sociales.
Esta crisis puede convertirse en crisis sistémica o en una oportunidad para replantear los paradigmas políticos, económicos y sociales que hasta ahora han regido en la región y que no han logrado más que aumentar el sufrimiento y profundizar las desigualdades.