El sándwich

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México se encuentra en medio de una especie de sándwich geopolítico que en estos días definirá el rumbo a seguir en los próximos años entre dos potencias de nuestro continente, ya sea con un ligero giro al centro y a la izquierda, ya con una confirmación de que la derecha (y la ultraderecha) no sólo no ha perdido impulso sino que ha ido prendiendo

focos en diversas latitudes de América.

Hacia el sur, el día de ayer se llevó a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil, que no sólo confirmarán que la gente ha optado por la opción radical de Jair Bolsonaro, sino que definirán el rumbo de una estrategia que comprometerá, a corto plazo, los derechos de la mujer, la salud del Amazonas y a una economía frágil a la que vestirán con el corset neoliberal. Parece broma que hoy en día se tome en serio a un personaje que alguna vez declarara que tal mujer no merecía ser violada por fea. Ese es Bolsonaro: un ultra, racista y misógino que está a punto de gobernar al quinto país más grande del mundo, con sus más de 200 millones de habitantes. Pero no es ninguna broma: alguien así fue electo hace dos años y su nombre es Donald Trump.

Y es que hacia el norte, este 6 de noviembre se celebran en Estados Unidos las elecciones intermedias, cita crucial considerada como el “examen de Trump” en la que se mide, a través del Senado, la temperatura de su liderazgo y del partido Republicano. Trump, hábil demagogo, ha acudido nuevamente a la estrategia del miedo, atizando la pulsión xenófoba de muchos de sus votantes, que ven en la caravana migrante que se dirige hacia allá, por ejemplo, a una horda de criminales y ladrones de puestos de trabajo. Y parece broma pero no lo es: el mismo día de la matanza de las sinagoga de Pittsburgh, Trump retuiteaba un mensaje de un conocido antisemita, y comentaba cosas sobre la Serie Mundial de beisbol sin pronunciarse clara y contundentemente contra un acto en que resonaron las terribles palabras: que mueran los judíos. No hemos aprendido nada.

En medio, México, con un Presidente electo que parece más concentrado en quedar bien con todo el mundo que en establecer posturas claras, y que no tardará en verse sometido a las presiones que sin duda llegarán desde el sur y desde el norte. Dos fascismos, uno gringo y otro carioca, le irán cerrando la pinza a un flamante presidente que tendrá que aprender a plantarse con firmeza ante las intolerables políticas de ambos fenómenos. ¿Tendrá esa firmeza nuestro Presidente electo o también le repartirá amor y buenas intenciones a los energúmenos de arriba y de abajo? Es entonces, bajo presión y ante amenazas de largo alcance, cuando los estadistas se miden de verdad, con dignidad y resolución, soportando el ahogo que implicará ese doble y nefasto influjo del que no estamos exentos, porque la semilla del miedo prende ahí donde hay hartazgo e ignorancia, y en México, qué duda cabe, hay muy buenas dosis de ambos.

Son días, pues, de grandes definiciones políticas, y no podemos verlos pasar como público indiferente, sino como ingrediente central de un sándwich del que no podremos escapar.

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Javier Solórzano Zinser
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.