Las elecciones de mañana en Estados Unidos tienen una enorme relevancia para el futuro de ese país y de Donald Trump, pues pueden resultar determinantes para que las aspiraciones de reelección del presidente se amplíen o se reduzcan severamente.
Ahora los republicanos tienen mayoría en ambas cámaras: 241 contra 194 de los demócratas en la de Representantes, y 51 contra 47 en el Senado, más dos independientes.
Algunos expertos señalan que en la primera los distritos en disputa son realmente 45, porque los demás pueden estar seguros desde ahora: 198 para los republicanos y 192 para los demócratas. Éstos necesitan ganar 26 de los distritos en disputa para alcanzar los 218 representantes que requieren para ser mayoría. Los republicanos, por su parte, tendrían que ganar 20 de los distritos en disputa.
Si en este caso existe una posibilidad para los demócratas, en el Senado es más difícil aún que puedan revertir su actual composición, a fin de obtener la mayoría, debido a que sólo se renuevan 35 de las 100 senadurías.
De las senadurías que se renovarán, sólo ocho están en disputa, pues se estima que en las demás los resultados son previsibles: 47 para los republicanos y 43 para los demócratas, quienes requieren ganar las ocho senadurías en disputa para alcanzar la mayoría.
Por esta correlación de fuerzas que se enfrentan mañana es que Trump, cuyo nombre no está en la boleta (y, sin embargo, está), se ha volcado a realizar actividades proselitistas y ha concentrado su esfuerzo en la generación del miedo, incluyendo, en su amplio repertorio de “malos”, a los que todavía no nacen.
Porque para esparcir miedo no hay nada como crear enemigos.
Según su discurso, las caravanas de migrantes centroamericanos que se dirigen a Estados Unidos son una emergencia nacional porque se disponen a invadirlo; entre ellos van delincuentes peligrosos y “desconocidos de Medio Oriente”; todos quieren arrebatarles el trabajo y la paz a los estadounidenses; y los demócratas, que pretenden entregar el país, auspician la invasión.
Ir en contra de los que todavía no nacen no es nuevo. El 15 de marzo de 2010 publiqué un artículo ante la andanada de republicanos que se proponían modificar la Enmienda 14 de la Constitución.
Esta Enmienda establece en su primer punto que todas las personas nacidas o naturalizadas en Estados Unidos y sometidas a su jurisdicción son ciudadanas del país y de los estados en que residen. Ningún estado podrá, dice la Enmienda, dictar ni dar efecto a cualquier ley que limite los privilegios o inmunidades de los ciudadanos de Estados Unidos.
El proceso que se requiere para modificar la Enmienda es largo y requiere el voto de dos terceras partes en cada una de las Cámaras y tres cuartas partes de las legislaturas estatales.
Pero el propósito de Trump es electoral, así es que ha repetido que puede impedir que se otorgue la ciudadanía estadounidense a los nacidos de hijos de inmigrantes indocumentados mediante una orden ejecutiva. No importa si es cierto o no, sino decirlo, como lo ha hecho, antes de las elecciones.
No es la primera vez que recurre a mentiras y a promover miedo y odio, división y encono. Lo hizo en su campaña presidencial, durante su gobierno y en el proceso electoral que culmina mañana.
Tal es el Trump que ganó la presidencia y tal es el Trump que se propone repetir la mayoría en ambas cámaras y reelegirse en 2020.
Si en 2016 los estadounidenses lo votaron para presidente suficientemente advertidos de lo que vendría, ahora pueden ratificar o rectificar, con absoluta certeza, lo que están eligiendo.