Reinauguración del Monumento a la Madre

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Debido a los graves daños que le ocasionó el terremoto de septiembre de 2017, el Monumento a la Madre ha sido ampliamente reseñado en este espacio, desde su origen histórico, hasta las connotaciones sociopolíticas que implicó su concepción y con el tiempo su construcción.

Inaugurado el 10 de mayo de 1949, con la asistencia entusiasta de cientos de personas y la presencia solemne del presidente Miguel Alemán Valdés y su comitiva, desde entonces, quedó muy clara la importancia que la figura materna tiene para nuestra sociedad.

Durante los aproximadamente doce meses que nos tomó realizar el proyecto y la obra de restauración de este icono cultural, en gran parte reducido a pedacería por el sismo del año pasado, en la etapa de investigación, encontramos varios temas de interés.  Creo que bien vale la pena dar a conocer algún aspecto importante, en la víspera de la

reinauguración de la obra, en este mes de noviembre y a unos días de la presentación de un libro que se editó al respecto por el Gobierno de

la Ciudad de México.

Un tema que surgió al inicio tiene que ver con la necesidad ancestral del mexicano de honrar a las madres. Basta con recordar que este reconocimiento a la maternidad ya existía en las culturas

mesoamericanas. Los mayas le rendían culto a Ixchel, diosa de la Luna, el amor, la fertilidad y la gestación y hacían peregrinaciones hasta donde se encontraba un recinto sagrado dedicado a esta diosa. Para los mexicas, Tonantzin era la madre de todo lo que existe, de los hombres y parte de la pareja divina que creó el mundo y todos los seres vivos. Las deidades femeninas tenían una fuerte presencia en la mitología azteca y un sitio específico donde se les veneraba era en el sitio donde se encontraba el santuario más importante de la divinidad de la tierra y la fertilidad. Esta diosa era Coatlicue, la madre de todos los dioses, patrona de la vida y de la muerte, también conocida como Tonantzin, que en náhuatl significa “nuestra madrecita”, y venerada en un santuario en el cerro del Tepeyac, en donde, no por mera casualidad, hoy en día se alza la Basílica de Guadalupe y es lugar de adoración de la “Patrona de México”. Las multitudinarias peregrinaciones a este sitio dan cuenta de la devoción de la gente por la Virgen de Guadalupe, que es considerada la “madre de todos los mexicanos”.

Como podemos ver, el fervor guadalupano del pueblo de México tiene siglos de historia y su analogía con la devoción, la gratitud y el reconocimiento que nos merece la madre biológica está cincelada en nuestra cultura y es parte de nuestra identidad. Esta convicción explica el interés colectivo por erigirles a las madres, ya en el siglo XXI, un “santuario”, mismo que en breve se ha de volver a inaugurar, como un sitio de reverencia a la mujer que nos dio la vida.

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