El anonimato ocasional del talento

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“Manuel Parra era genial, genial en el real sentido de la palabra, en el sentido de la grandeza”

Pedro Diego Alvarado

En México, después de la Revolución que acabó con el régimen porfirista, dio inicio un largo período de reflexión y revaloración de diversos paradigmas referentes al arte y la arquitectura, profundamente enraizados en la sociedad de la época; algunos de los cuales ya durante los últimos años de la dictadura habían empezado a delinearse.

El fin de la lucha armada acentuó esta inquietud latente en el sector intelectual, por sentar las bases de la mexicanidad en la expresión artística, que tantos años se había mantenido a la sombra de la enorme influencia europea característica del porfirismo y que en arquitectura se identificaba con algunos tratadistas franceses. Así, dio inicio la búsqueda de una nueva arquitectura que pretendía ser moderna, renunciando al eclecticismo en el que estuvo inmersa durante el siglo XIX y estableciendo las bases de su nacionalismo.

La labor no fue nada fácil ante la diversidad de planteamientos que surgieron en el gremio.  El espíritu nacionalista de algunos interesados los llevó a proponer como nueva expresión arquitectónica, la recreación de la arquitectura colonial de México. Ante esta postura historicista se produjo una fuerte reacción, con la adopción del estilo internacional, que plantea la sencillez, la ausencia de ornato, el funcionalismo y el “culto” al uso del concreto armado. Es tal la aceptación en México del racionalismo, de la arquitectura internacional de Le Corbusier y su visión de “modernidad”, que con el tiempo prácticamente se desconoce cualquier otra forma de hacer arquitectura en nuestro país. Esta condición injusta ha dejado en el anonimato a grandes talentos de la historia de la arquitectura como Manuel Parra (1911-1997) y ha privado a los mexicanos de la oportunidad de conocer su vasta obra y enriquecer su espíritu.

El gremio y las escuelas de arquitectura en esos tiempos parecen no haber reconocido la belleza de las obras cuya vitalidad espontánea y espacios atractivos repercuten en la calidad de vida y en la apropiación de la arquitectura por parte de los usuarios. En cambio, por otro lado, celebraban la austeridad inexpresiva y la carencia de espíritu de la arquitectura funcionalista, cuya identidad destacaba por su misma ausencia.

Los arquitectos acreditados por su visión humanista de la arquitectura, particularmente los involucrados en la docencia, han reconocido en diversas ocasiones la necesidad de dar a conocer la vida y obra de Manuel Parra, para que las nuevas generaciones se encuentren con un profesionista que, a pesar de las críticas funcionalistas, fue fiel a sus principios y conceptos. Parra escogió su propio camino, y logró en su pensamiento creativo anteponer el uso de los sentimientos sobre la razón. Incorporó en sus obras el manejo de la luz y las sombras, el respeto por el entorno y la naturaleza, los materiales tradicionales y todo aquello que hizo de su arquitectura una expresión franca del nacionalismo al que la propuesta funcionalista ni siquiera se aproximó.

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