Por qué conservar la arquitectura

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Algunas personas se preguntan el por qué de nuestro interés por conservar y restaurar la arquitectura del pasado y por qué existimos profesionistas que nos preocupamos y nos ocupamos de esta disciplina que se conoce como preservación histórica.

Desde luego, para estos individuos la restauración de un inmueble significativo de épocas pasadas no es un tema prioritario, sobre todo cuando se presenta en el marco de un proyecto inmobiliario de gran alcance.  Parece ser que la magia simplista de la rentabilidad financiera atropella todo tipo de iniciativa que remotamente se aleje de este objetivo primario.  Ni siquiera se esboza la probabilidad de que el rescate de un monumento de valor histórico o artístico no sólo no afecte la rentabilidad económica del proyecto de inversión de los desarrolladores inmobiliarios, sino que, por el contrario, la aportación del pasado pudiera enriquecer el proyecto arquitectónico y, por tanto, aumentar su plusvalía. Esta fórmula, que incorpora un inmueble histórico en un conjunto de arquitectura contemporánea, y que cada vez se aplica más en México y en otros países, ha generado proyectos inmobiliarios originales de gran atractivo para la comunidad y con una rentabilidad interesante para los inversionistas.

Quiero pensar que la preservación histórica de un inmueble cada vez se ve menos como un acto de nostalgia que obstaculiza el desarrollo urbano y cada vez se le reconoce más como una variable interesante que promueve el mejoramiento de la calidad de vida.  Como si esto fuera poco, la conservación de la arquitectura histórica representa el rescate del único

vínculo formal que tenemos con nuestro pasado, que nos permite reconocer quiénes somos, conocer lo que nos ha hecho ser lo que somos y lo que en última instancia nos hace diferentes de nuestros congéneres. Esto se traduce nada menos que en el reconocimiento y afirmación de nuestra identidad y además se constituye en un factor determinante de cohesión social.  Basta con profundizar un poco en el tema para deducir que tenemos una obligación moral de conservar y promover nuestra cultura propia, especialmente valiosa en estos tiempos de globalización que tienden a desconocer cada vez más las particularidades de las naciones que enriquecen al mundo con su gran diversidad cultural, como es el caso de México.

Nuestro país ha sido especialmente favorecido a través de la historia, con la construcción de innumerables sitios y monumentos arqueológicos, históricos y artísticos, de gran calidad y reconocidos mundialmente, y hoy día hay plena conciencia del compromiso de conservarlos. Para este fin, desde hace muchos años contamos con instituciones sólidas, como el Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. Es gracias a estas dependencias y a personal valioso y competente que ahí labora que destacamos como uno de los países con mayor riqueza cultural en el ámbito internacional.

Sin embargo, en los últimos tiempos hemos tenido pérdidas enormes en el patrimonio construido, especialmente dañado por los terremotos de septiembre de 2017, sumando cifras de más de dos mil 500 inmuebles afectados. Es necesaria una evaluación seria y oportuna del desempeño que se tuvo como respuesta de la sociedad y autoridades ante el fenómeno sísmico para determinar si estuvo a la altura de las expectativas o si se requiere un replanteamiento general de los protocolos de respuesta inmediata. Pero hagámoslo ahora mismo, al fin que ya sabemos que seguramente va a temblar.

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