Elecciones tibias

El pasado domingo se llevaron a cabo cinco elecciones ordinarias en Aguascalientes, Baja California, Durango, Quintana Roo y Tamaulipas, y una elección extraordinaria en Puebla. En contraste con el furor, la participación y la movilización de las elecciones federales del año pasado, las de estos seis estados fueron unas elecciones tibias que no lograron atraer a los votantes a las urnas ni arrojaron grandes vencedores.

Morena obtuvo las dos gubernaturas que estaban en juego, pero ni remotamente se trató de un triunfo avasallador como el que vimos el 1º de julio de 2018. En Puebla, la participación ciudadana fue de 33 por ciento de la Lista Nominal y el PAN, individualmente, obtuvo más votos que Morena –aunque eso tampoco convierte a Acción Nacional en el “gran vencedor” de las elecciones–. En Baja California, Morena y coalición obtuvieron el 50 por ciento de la votación, pero la participación fue de 30 por ciento de la Lista Nominal. Para ponerlo en perspectiva, AMLO ganó la Presidencia con 53 por ciento de la votación y una participación del 63 por ciento de la Lista Nominal.

El PAN obtuvo resultados favorables en las diputaciones de Tamaulipas y en los ayuntamientos de Aguascalientes y Durango, pero en Baja California, Puebla y Quintana Roo recibió votaciones marginales. No se ve dónde está el gran triunfo que la dirigencia nacional del partido trató de vender en medios y redes sociales.

El PRI obtuvo buenos resultados en los ayuntamientos de Puebla y Durango, pero en los demás estados no dio señales de vida. El resto de los partidos tuvieron un desempeño marginal en, prácticamente, todos los estados.

Haciendo un balance general, poco cambió después de las elecciones del pasado domingo. Morena ratificó su posición como el partido preferido por la mayoría de los votantes mexicanos en este momento, pero no se está consolidando como partido hegemónico ni es la única opción viable que encuentra el electorado. El PAN se mantiene como el partido opositor más importante, pero su dirigencia sigue perdida en un discurso de negación y triunfalismo, olvidando que, históricamente, lo que posicionó a Acción Nacional entre el electorado no fue vender espejos sino trabajar arduamente con una agenda sólida que luchaba por el bienestar de los ciudadanos. Los demás partidos quedan cada vez más desdibujados.

El Presidente López Obrador ha dicho en cada oportunidad que el primer milagro de la 4T es que politizó a la gente. Por ejemplo, el 25 de febrero en su conferencia matutina: “Ése es el avance más importante en los últimos tiempos en nuestro país, el que tengamos un pueblo muy consciente, muy politizado”. Pero la participación ciudadana del pasado domingo muestra otra cosa: estuvo por debajo del 40 por ciento en los seis estados. Con la oposición extraviada y la ciudadanía desinteresada, ¿qué podría salir mal?

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Javier Solórzano Zinser