Detrás de una vida sexual turbulenta suele habitar un adicto al amor y a otras cosas que siempre serán insuficientes para llenar el agujero de amor propio y de aceptación radical de quién es uno.
Con el consumo desesperado de alcohol y otras sustancias se expresan deseos de ser otra persona para la que la vida sea menos insoportable: por la soledad, la angustia, por tener una orientación sexual de la que los padres se avergüenzan, por ser tímido y sensible en un mundo feroz en el que sólo importa parecerse a los demás. Rocketman (Fletcher, 2019) cuenta la historia de Elton John durante los años setenta y ochenta: épocas de éxito mundial y también de excesos en grados suicidas: alcohol, cocaína, compras, sexo, comida, pastillas, ira. El cantante quien a los 25 años era el músico más rico del mundo, no consigue sentirse feliz ni auténtico sino avergonzado de ser gay.
Hijo no deseado de una pareja dispareja. Un padre frío, rígido, antítesis del niño hipersensible. La madre preocupada sólo de sí misma y de sus ganas frustradas de vivir, y una abuela que es el único apoyo amoroso para el pequeño genio musical. Sin un ambiente de nutrición afectiva, el amor propio no puede desarrollarse y aparece un falso yo, que busca la aprobación externa porque no aprendió a dársela por dentro.
Rocketman ilustra la herida narcisista primaria: la decepción y la tristeza frente a las fallas de los padres. El duelo convertido en resentimiento hacia el padre que “no puede sentir porque está lleno de agujeros y no puede dar amor” y hacia una madre indiferente que lo sentencia: “jamás nadie podrá amarte así como eres”. El músico conoce, por suerte, a Bernie Tupin, su letrista y hermano de elección y uno de los vínculos que lo salvaron de la desolación y quizá de la muerte.
“Busqué maneras de vivir sin amor, porque el verdadero amor es muy difícil de encontrar” dice John en su terapia de grupo. Algunas posibles causas de la adicción son la falta de amor propio, la incapacidad de autoconsuelo y la depresión. Ceremonias suicidas como parte de la vida diaria. Reginald Kenneth Dwight (el verdadero nombre de Elton) tiene ganas de morirse y de desaparecer porque siente que todos lo han traicionado, que no le importa a nadie, que nadie lo ama.
Se odia y ese sentimiento lo incapacita para reconocer el amor de la explotación. Cuando toca un fondo de dolor y decide pedir ayuda, comprende que el resentimiento le estorba para tener una vida diferente —aceptar todas las cosas que no puede cambiar—. El cliché sobre el amor propio es una verdad que puede observarse en la vida cotidiana y en la clínica. Nadie puede ser amado ni tener apego por la vida si no se ama.
El autoconsuelo es una capacidad que los adictos necesitan para mejorar. También dejar de sentir terror por sus emociones y ser capaces de enfrentarlas sin miedo a la locura. Desde la mirada terapéutica, Rocketman es un viaje alucinante, estético y desgarrador, sobre las adicciones como solución fallida para llenar el vacío y la soledad.