Una vez más, líderes de sectas terminan en los tribunales, acusados de esclavitud sexual, violación de menores, trata de personas, pederastia, pornografía infantil y lo que se acumule.
Una vez más habrá que reflexionar sobre la necesidad humana de tener a un líder o a un gurú que dicte cómo vivir la vida para así ahorrarse el trabajo, la angustia o la posibilidad de fracaso. Pensar en sectas es pensar en religión; en la relación que sostienen millones de personas en el mundo con un ser sobrenatural, al cual otorgan un poder que, en lugar de apuntalarlos frente a las dificultades, puede volverlos frágiles y víctimas perfectas de falsos profetas que se dicen elegidos de Dios.
La religión está llena de ambigüedades. La experiencia religiosa puede tener un poder transformador o llevar al fanatismo religioso. Puede generar sensibilidad ética o destruirla. Para creer es necesario idealizar a personas y objetos ordinarios.
Shieman, Upenieks y Bienman estudiaron el impacto de dos variables en el tipo de relación que se establece con el poder superior. A mayor depresión y menor sentimiento de poder personal, mayor vulnerabilidad a entregarle a la suerte, al karma o un ser superior y a sus representantes, el control absoluto del destino.
Reemplazar el control personal por el control de Dios, sumado a emociones depresivas y a vacíos afectivos, hacen de las sectas imanes de desvalidos.
La palabra secta viene del latín secare: sectario, cortar. También de sucedere: separarse. De sequi: seguir (al maestro, al elegido). Las sectas son movimientos religiosos minoritarios y se convierten en un refugio para los débiles y en un negocio para los sociópatas.
Los relatos del juicio en Nueva York de Keith Raniere, (gran trabajo de Roberta Garza) cabeza de ESP, Nexium y DOS, retratan el sadismo de un hombre que a lo largo de los años convenció a hombres y mujeres poderosos de que era un iluminado. Al tiempo se descubrió que su programa de desarrollo personal era una secta de explotación sexual y un negocio multimillonario (se señala como uno de sus cómplices a Emiliano Salinas, hijo de Salinas de Gortari).
Hace unos días fue arrestado en California el líder de La Luz del Mundo, Naasón Joaquín García, que tenía su centro de operaciones en Jalisco, acusado (junto con 3 mujeres) por tráfico de personas, abuso sexual, pederastia, producción y distribución de pornografía infantil. Tristísima coincidencia que unos días antes la Secretaría de Cultura prestó el palacio de Bellas Artes para rendirle un homenaje a García.
La Luz del Mundo lleva casi 30 años de impunidad, gracias al silencio de miembros del gobierno priista y del actual morenista a cambio de recursos para la gestión de servicios municipales y posiblemente apoyo electoral. El gobierno municipal de Guadalajara estuvo a punto de entregar una medalla a Naasón “por su labor humanitaria y altruista”, sólo que el FBI se les adelantó y detuvo al criminal días antes.
Todas las sectas dedican grandes cantidades de dinero a la propaganda, exigen la conversión, romper con el pasado, son iniciáticas, ofrecen cambios milagrosos, se erigen como poseedoras de la verdad y sobreviven gracias a la obediencia ciega de sus miembros, que lentamente sufren un proceso de despersonalización y de pérdida del juicio. Muchos miembros de las sectas son mujeres solas, sin dinero y en depresión. El patrón de hombres abusadores y mujeres abusadas es el que más se repite en todas. La dependencia psicológica al líder y al grupo hacen que muchos ya no puedan dejarlas porque abandonaron estudios, amigos y familia, “para no contaminarse de las tinieblas”. Educar en el pensamiento crítico, en el escepticismo, en la autonomía emocional puede contribuir a que estos grupos de explotación y psicosis colectiva pierdan poder. Sigue pendiente exhibir y castigar a todos los políticos y empresarios involucrados, para lograr desmantelar a estos grupos que se basan en la manipulación y que atentan contra la libertad y la dignidad.