Karoshi es una palabra japonesa que significa muerte por trabajo excesivo. El término surgió en 1969 pero la ola de casos aumentó en Japón en los ochenta.
En algunos países con los promedios más altos de horas trabajadas como Corea del Sur, comienza a reducirse por ley el tiempo laboral. En 1930, Freud afirmó que el trabajo era un elemento esencial del bienestar que da al hombre un lugar seguro en la comunidad. El trabajo recompensa al yo y se considera que la capacidad de trabajar es una prueba de una buena adaptación al mundo real. En 1997, Meissner apuntó que el trabajo existe al margen del reconocimiento social, porque es la manifestación de un proceso interno de autonomía y provee autoestima, gozo e identidad, aunque puede convertirse en un tirano exigente y sin límites. Kernberg y Wolf hablan de una compulsión narcisista a trabajar en exceso porque para algunos es la fuente única de amor propio. En años recientes se empieza a hablar del trabajo como una adicción.
Síntomas:
1. Dedicar demasiado tiempo a trabajar y sentir que nunca es suficiente. 2. Sentirse aburrido cuando no está trabajando y ser incapaz de tomar o disfrutar las vacaciones. La disforia vacacional ha recibido muchos nombres incluyendo neurosis dominical. 3. Trabajar en secreto durante las reuniones familiares, encuentros románticos e incluso teniendo sexo. Trances durante los que se distrae de la conversación o de cualquier actividad por pensar en el trabajo. 4. Negar las necesidades emocionales y físicas de la gente cercana, porque está muy ocupado.
5. Descuido de asuntos personales como salud y apariencia personal.
6. Perseguir logros poco realistas ya sea en cantidad o calidad.
7. Negar que el trabajo se ha convertido en sufrimiento y ocultar un sentimiento sadomasoquista de superioridad moral.
Hay adictos compulsivos que no pueden dejar de trabajar ni posponer nada aunque se sientan exhaustos; perfeccionistas que revisan los detalles una y otra vez; ambiciosos, preocupados por ascender en la escalera del éxito y que parecen defenderse de sentimientos de minusvalía. En la clínica no se observan categorías puras sino mezclas de estos rasgos. La adicción es un trastorno crónico, no derivado de la necesidad económica, que vacía al yo y deteriora las relaciones interpersonales.
El adicto al trabajo puede usarlo para sentirse bueno y no culpable y malo por dentro; quien se agota con el contacto social, compensa su dificultad de conectar emocionalmente actuando de forma competente y convirtiendo al trabajo en una actividad exhibicionista. También sirve para combatir la indolencia en quienes quisieran volver a ser niños dependientes como consecuencia de infancias difíciles o de sobreprotección, y que se resignan a trabajar compulsivamente para alejar el fantasma de la inactividad o la depresión.
Los adictos al trabajo pueden estar buscando la inmortalidad, por haber vivido una muerte psíquica en la infancia con padres narcisistas frente a los que eran invisibles, o a la muerte temprana de alguno de los padres (Tolstoi, Jefferson, Malcolm X y Paul
McCartney entre otros, sufrieron la pérdida temprana de sus padres). Los adictos al trabajo son adictos respetables. Están demasiado ocupados para ir a terapia y si llegan a venir, faltan con frecuencia y terminan abandonando el proceso. Pueden ser arrastrados a terapia de pareja cuando los amenazan con el abandono. Los pocos que se quedan, pueden llegar a ver el narcisismo-sadismo que hay detrás de su adicción. Puede ser útil explorar un sentido de autosuficiencia muy solitaria y el deseo de llamar la atención por heridas narcisistas primarias.