Marlon Brando: el más grande de la historia

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Foto: larazondemexico

Esta semana se cumplieron 15 años de la muerte del más grande actor de la historia: Marlon Brando. No ha habido ningún actor, ni hombre ni mujer, que haya ejercido mayor influencia en diversas generaciones. Como dijo Jack Nicholson: “todos somos hijos de Marlon Brando”.

Cargado de intensidad, magnético, cada gesto, cada palabra que pronunciaba producía un efecto electrizante. Los fantasmas de una infancia dura, que lo marcarían toda la vida, los canalizó en sus actuaciones. Anthony Quinn, con quien compartió créditos en Viva Zapata, comentó que admiraba su talento, pero no le envidiaba el sufrimiento que lo había creado.

Su memorable papel como Stanley Kowalski en Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams, que interpretó tanto en teatro como en cine, revolucionó la actuación y le dio la primera de sus ocho nominaciones al Oscar. Con esa joya que es Nido de ratas (1954), donde Elia Kazan lo dirigió por tercera vez, ganó como mejor actor.

Su estrella se apagó en los 60, tras continuos fracasos en taquilla. Pocos saben que rechazó el papel de Lawrence de Arabia porque no quería filmar en el desierto durante largos meses. Aunque siguió dando actuaciones de calidad, como en Reflejos en tus ojos dorados, parecía que era veneno para el box office.

Tras tres años sin filmar en Hollywood, ocurrió el hito que marcaría al cine: encarnó a Vito Corleone en El padrino. El entonces desconocido director Francis Ford Coppola se empeñó en que fuera el protagonista, contra la opinión de los ejecutivos de Paramount. El acierto fue total. El filme fue un exitazo; en 1973 ganó el Oscar a Mejor Película y Brando se llevó el de Mejor Actor (aunque no fue a recogerlo, enviando a una supuesta india americana, que luego se supo que no lo era, en su lugar a leer un texto contra el trato que Hollywood daba a los nativos). El padrino es considerada por muchos, entre los que me incluyo, la mejor película de la historia. La actuación de Brando, quien entonces tenía 47 años, es cautivante.

Al año siguiente afrontó un gran reto histriónico al estelarizar la mítica El último tango en París de Bernardo Bertolucci; incomprendida en su momento por el escáncalo que la rodeó, no sólo desborda vitalidad erótica sino que es un profundo testimonio de la soledad humana, y le valió otra nominación al Oscar.

Desde entonces, sus desplantes fueron recurrentes. Rehusó, por disputa salarial, aparecer en una breve escena en El padrino II y no se presentó el día en que estaba previsto el rodaje. Recibió en 1978 una millonada por una breve aparición en Superman, con lo que se cobró venganza contra el establishment de Hollywood. Su última gran actuación fue en Apocalipsis, ahora (79) del propio Coppola. Murió en 2004,  a los 80 años, obeso, diabético, con fibrosis pulmonar y cáncer en el hígado. Queda su enorme legado.

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