Crecimiento y desarrollo: un cambio de discurso

Desde su campaña, AMLO ha prometido crecimiento económico de cuatro por ciento anual promedio durante todo el sexenio. En su primera conferencia matutina como Presidente, enlistó “las prioridades del nuevo gobierno: lo que tiene que ver con impulsar las actividades productivas, crear empleos, el que haya crecimiento de la economía y el que haya bienestar, paz y tranquilidad”.

En sus primeros meses en la Presidencia, cuando hablaba de la economía, el protagonista solía ser el crecimiento y no el desarrollo económico.

En enero, Bank of America redujo su pronóstico de crecimiento de la economía mexicana de dos a uno por ciento para 2019. En marzo, S&P bajó de estables a negativas las perspectivas de las calificaciones de Pemex y de México. En junio, Fitch Ratings bajó la calificación crediticia de México y Moody’s bajó de estable a negativa su perspectiva de calificación para el país. En julio, Bank of America y el Banco de México volvieron a recortar sus pronósticos de crecimiento y coincidieron en que es posible que el país esté en una “recesión técnica” o “ligera recesión”; además renunció Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda por discrepancias en el manejo de las finanzas públicas y el Financial Times publicó una editorial en la que sugirió que AMLO debe aceptar la realidad económica y dejar de basarse en “sus propios datos”.

Luego de tantas dosis de realidad, AMLO ha moderado la apuesta. Mantiene que habrá crecimiento promedio de cuatro por ciento anual, pero acepta que el primer año se crecerá a dos por ciento o menos. Ahora menciona menos el crecimiento y enfatiza otros factores, como la estabilidad que mantienen la inflación y el tipo de cambio.

Más aún, AMLO ha comenzado a hablar del desarrollo como un buen sustituto del crecimiento; en su conferencia del 12 de julio planteó: “Aceptando sin conceder que exista una disminución en la tasa de crecimiento, no tengo la menor duda que puede existir esa disminución en la tasa de crecimiento, pero está aumentando el nivel de desarrollo porque ahora hay una mejor distribución del ingreso […] ¿Cuál es la diferencia ahora? Que, aunque haya menos crecimiento, hay más desarrollo, hay más distribución de la riqueza, pero esto no lo conciben los tecnócratas”.

Hay dos problemas con el planteamiento de AMLO. Primero, propiciar desarrollo económico implica mucho más que regalar dinero: en la propuesta más completa (de Amartya Sen), desarrollo implica entender las capacidades de las personas como un fin y, con base en eso, dotarlas de los medios adecuados para su realización. Segundo, el crecimiento y el desarrollo no son sustitutos sino complementos: en términos prácticos, la mejor manera de impulsar a las personas a salir de la pobreza es dotándolas de oportunidades en una economía dinámica y con crecimiento sostenido.

El Presidente, por razones políticas y personales, tiene el genuino interés de alcanzar altas tasas de crecimiento. La cuestión ahora es revisar la estrategia.

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