La voz me llama, me invita a que entre en “estas aguas”. No titubeo, me enrolo en los calados de este prodigioso remanso de cicatrices refugiadas en los azogues. Hay una humedad tensa y un árbol y hay un espesor nocturno y una llovizna de sombras sobre la tapia. Aquí las olas desdicen los silencios. Aquí la palabra revienta: su aroma se irradia sobre las islas, sobre los fragmentos del espectro de embriaguez temblorosa. El instante se deja avasallar por la pausa: el abismo conjuga el eco de una melodía desnuda.
Poesía reunida. 1977 – 2018 (Ediciones Era, 2019), de Coral Bracho (Ciudad de México, 1951), constituye un acontecimiento editorial. El lector tiene la posibilidad de tener en un solo volumen todos los cuadernos de la ganadora del Premio Xavier Villaurrutia 2003: Peces de piel fugaz (1977), El ser que va a morir (1981), Tierra de entraña ardiente (1992), La voluntad del ámbar (1998), Ese espacio, ese jardín (2003), Cuarto de hotel (2007), Si ríe el emperador (2010), Marfa, Texas (2015), Zarpa el circo (2015), Debe ser un malentendido (2018).
Diez poemarios en que la infinitud cobija a la palabra: matorral verbal: irradiación que presagia los meridianos. Vagabundos y transeúntes se refugian en el crepúsculo castigado de los muros. Pesadas gotas de luz en la constancia de la dilatada siesta: la tarde augura una cabalgata de pájaros esquivos, de bestias hambrientas, de árboles resecos por la refracción solar. Entumecido el instante: todo se paraliza por la insistencia de un alumbramiento cimbreante. El ensueño quiebra el reflejo de todos los espejos. Se escucha el sollozo que mancha el santificado enigma de la anochecida.
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Habito estos folios de “flama breve”, de intensa floración, de señales arropadas en “murmullos encendidos”. Desando por estos vértices de un triángulo impulsado por el delirio de un mar que fluye en las cifras del agua que lo alimenta. / Sé que acabo de entrar a un laberinto de códigos amparados por los sigilos del “Cedro, sándalo, / acendrado eucalipto” en la urdimbre esquiva de los sueños. Coral Bracho concibe invocaciones familiares en el centro apremiante del deseo. Una extraña ligereza se cuela por las grietas, azota las puertas, atiesa las trencillas de la niña aparecida en la luna del espejo. Centelleo de humedades en la babaza del caballo, en el sudor del toro en el rodeo.
Lezama Lima dialoga con Nietzsche y Bracho zarandea al potro del cabalgue insinuante. Atajo y marejada, irreverencia y vaticinio: lo sensorial en una divergencia que germina radical y latente en vecindad con alucinaciones de festiva palpitación lingüística: tierra de entraña ardiente: “El sol desgajaba del aire haces de polvo”. Incidencias que conminan a palpar los orificios espinosos de la piel, escamas de “Pequeños peces de hiedra tornasolados // Peces de mármol; / desde la suavidad sedosa de sus cantos, / de sus ojos ornados de arenas vítreas”. Acentuación rumorosa abrigada en ostinatos barrocos. Versos navegantes de marejadas evocativas. Bach, Brahms, Chopin y Schubert desandan en los acordes de este volumen: un aliento de pausas quebradas define su remanso. Pesadas gotas de luz en aflorada señal. Sumario lírico imprescindible.
Poesía reunida [1977 – 2018]
Autor: Coral Bracho
Género: Poesía
Editorial: ERA/Universidad Autónoma de Sinaloa, 2019