El Estado laico de México

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México es uno de los países en el mundo donde la laicidad del Estado cruza por su ADN y es parte de la construcción propia de nuestro concepto de país. Lo cual no deja de ser revelador, porque también es uno de los países donde más creyentes religiosos católicos hay.

Recordemos, además, que tuvimos como bandera y estandarte precisamente a la Virgen de Guadalupe y que por lo menos, dos de nuestros héroes patrios, Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón, fueron sacerdotes.

Las Leyes de Reforma, con Juárez, buscaron colocar en una dimensión muy distante la relación Iglesia-Estado; la creación del Registro Civil como una responsabilidad del Estado y que dejaba de estar en manos de la Iglesia, entre muchas otras acciones, lo cual nos cimbró como nación con la Guerra de Reforma y después, en el siglo XX, con la Guerra Cristera, que tuvo como resultado pasar del matrimonio al amasiato entre Estado e Iglesia. Es decir, no había más relaciones oficiales y abiertas en la incidencia política; sin embargo, éstas se mantuvieron de manera oculta, siendo un secreto a voces el ir y venir de acuerdos.

Después, con Carlos Salinas de Gortari como presidente, vivimos uno de los momentos más importantes del Estado laico, al hacer reformas constitucionales y establecer un organismo de Estado para conducir las relaciones, ya no sólo con la Iglesia católica-romana, sino con una enorme diversidad de Iglesias cristianas y de comunidades religiosas diversas, al crear la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, que en uno de sus primeros artículos dice: “El Estado mexicano es laico. El mismo ejercerá su autoridad sobre toda manifestación religiosa, individual o colectiva, sólo en lo relativo a la observancia de la Constitución, Tratados Internacionales ratificados por México y demás legislación aplicable y la tutela de derechos de terceros”.

Hoy es muy buen momento para retomar nuestra fortaleza como Estado laico, ya que la diversidad religiosa que vivimos nos exige, por un lado, ser respetuosos del derecho al libre credo y a su libre manifestación,  sin que por eso las personas sean discriminadas; pero, por otro, el de mantener esta sana distancia entre las decisiones del Estado y mandatos y las creencias religiosas.

¿Que sí y qué no es entonces el Estado laico en México? El Estado laico implica que no hay religión oficial, sin importar cuál de ellas sea la mayoritaria entre la ciudadanía; además, que todos los grupos religiosos tienen igualdad jurídica y que hay relaciones formales y abiertas con ellos, lo cual garantiza la transparencia y los acuerdos en el marco de la ley. Con una clara separación entre ambos órdenes, que es clave y se define en el artículo 130 de la Constitución Mexicana.

Y por su parte, el Estado tampoco se entromete en el ordenamiento interior de los grupos religiosos, y éstos, a su vez, no intervienen en las labores del Gobierno. Las leyes, las políticas públicas y los funcionarios de Estado no tienen carácter religioso.

El párrafo anterior sostiene toda nuestra laicidad y hoy, todas y todos debemos recordar los valores y principios que nos garantizan un Estado laico como el nuestro, ya que mantenernos a distancia de cualquier doctrina religiosa permite un trato igualitario para todas las personas y la garantía del ejercicio pleno de los derechos humanos.

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