Así en la paz como en la guerra

Foto: larazondemexico

Un grupo de ex guerrilleros de las FARC, encabezados por Iván Márquez y Jesús Santrich, ha anunciado su regreso a las armas en Colombia.

Los veteranos luchadores se habían desmovilizado durante el proceso de paz emprendido por representantes del gobierno de Juan Manuel Santos y de las FARC, en La Habana, que culminó con la firma del acuerdo final en septiembre de 2016, en Cartagena. A tres años de aquella ceremonia, en la que participaron Santos y el líder de las FARC, Rodrigo Londoño, con Raúl Castro y Nicolás Maduro como testigos, la paz colombiana vuelve a mostrar sus fisuras.

Durante décadas, Fidel Castro y Hugo Chávez practicaron un doble juego en Colombia: el juego simultáneo de la guerra y la paz. Gracias a una larga historia de colaboración concreta y a la ascendencia simbólica de ambos sobre las guerrillas colombianas, Castro y Chávez eran los interlocutores idóneos para propiciar cualquier negociación en el área. El papel de uno y otro en la paz estaba asegurado por su añejo impulso a las guerrillas de la Guerra Fría y por su oposición al entendimiento y la colaboración entre Estados Unidos y Colombia en materia de seguridad regional y combate al narcotráfico.

Ahora, la inercia de aquella lógica produce un desdoblamiento:  una parte de la vieja guerrilla de las FARC se mantiene como fuerza política pacífica, mientras la otra regresa a la selva. Las dos, sin embargo, son leales a La Habana y a Caracas y sostienen un diálogo privilegiado con los regímenes de Raúl Castro y Nicolás Maduro. Cuba y Venezuela intervienen en la política colombiana por medio de la paz y de la guerra y justifican esa intervención como defensa legítima frente al reconocimiento de Juan Guaidó por el gobierno de Iván Duque y el papel activo de éste en el Grupo de Lima.

No era de extrañar que Duque acusara a Maduro de estar detrás del levantamiento de Márquez y Santrich y de su promesa de alianza con el ELN, una guerrilla que permanece activa en su hostilización del Estado colombiano. Tan natural fue esa acusación como la de Maduro, hace un año, cuando aseguró que el saliente gobierno de Juan Manuel Santos estaba detrás del ataque de un dron contra el mandatario venezolano. A falta de buenas piezas de periodismo de investigación que documenten esas conexiones, lo que puede explorarse es a quién favorece o desfavorece la guerra civil perpetua en Colombia.

Como ha reconocido el máximo liderazgo de las FARC, que apuesta por la paz, la nueva guerrilla es un actor de desestabilización de la democracia colombiana. ¿A quién beneficia ese conflicto? Sin duda, a Nicolás Maduro, y lo que beneficia a éste, favorece también a sus dos mayores aliados en la región: Cuba y Nicaragua. Hoy Diosdado Cabello y Nicolás Maduro niegan toda implicación en el levantamiento pero hace un mes daban la bienvenida a Venezuela a Iván Márquez y Jesús Santrich. En la paz o en la guerra, la permanencia de esas tres dictaduras alienta la inestabilidad de las democracias vecinas.

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