La verdad

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Foto: larazondemexico

Sin duda, ante la injusticia, las preguntas más recurrentes son:  ¿quién fue, cómo fue, porqué lo hizo, cómo lo hizo, con quién lo hizo, quién lo sabía, por qué yo? Y quien aguarda las respuestas lo hace esperando sea dada a través de la verdad.

El entendimiento de la verdad como adecuación, como correspondencia, fue formulada por Aristóteles al establecer que la verdad consiste en la adecuación o correspondencia del enunciado con lo que se refiere. Supongamos un hecho, y si tal correspondencia no se da, entonces decimos que el enunciado es falso. Porque nadie quiere ni la verdad a medias, ni la mentira piadosa, ni la verdad histórica, y sabemos que nunca, de tanto repetir, una mentira se volverá verdad, cuando de lo más querido se trata. La verdad no es una utopía, es el motivo de la circunstancia que nos llevó a vivir ese momento y de su explicación permitirá entender y avanzar.

En ocasiones he escuchado que se les dice a las víctimas que deben olvidar y perdonar; pero más allá del olvido y del perdón, ¿cómo hacerlo, si no sabes ni quién fue ni por qué? La verdad no sólo es deseo de las víctimas; es un derecho a conocer qué paso, porque solamente desde la verdad se puede reconstruir un proyecto de vida que nos podrá hacer libres.

Es entonces que la verdad no es únicamente un derecho personal o de un colectivo; es la posibilidad de una sociedad, una vez conocido el hecho, de construir las estrategias necesarias para tener la garantía de que no se vuelva a repetir. Faltar a la verdad, obstruir la verdad y esconder la verdad son actos de profunda mezquindad para quien la busca incansablemente.

Una Comisión de la Verdad, entonces, tiene el deber de encontrar la razón de su mandato, brindando todas las facilidades necesarias, asumiendo los resultados de sus investigaciones y construyendo las recomendaciones conducentes. Porque la verdad restaura el valor de la víctima dentro de la sociedad y la dignifica. Por eso, el primer camino para hallar la verdad es la historia y los hechos, desde la narrativa de las víctimas, porque desde ellas nada de lo sucedido es irrelevante y en ese momento se le reconoce como persona activa al dejar de tratarle como el sujeto pasivo del delito o de la violación de un derecho. En un segundo momento, una comisión deberá establecer la verdad hasta la máxima viabilidad, identificando a las personas perpetradoras, las causas y las circunstancias y, en su caso, el destino y/o ubicación de la víctima directa y dado que uno de los objetivos de conocer la verdad es su no repetición, deberá señalar a los responsables para sancionarlos e identificar el padrón y la causa, así como el nivel de la responsabilidad institucional. Sin esto no hay verdad y sólo prevalece la impunidad.

Hace unos días, en redes sociales lancé una pregunta —haciéndome cargo de que carece de todo rigor metodológico— y era ésta: “¿qué es la verdad? Lo que creemos, las evidencias o lo que nos dicen”; y con la mayoría respondía que las evidencias. Porque ellas nos brindan la respuesta contundente.

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