Las jacarandas dicen: Alberto canta

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De cárdenas briznas se unta el tiempo: se humedecen los instantes: una caligrafía insomne se roba la ebriedad del destello morado. Secretos que caen: una nube los disuelve en la apariencia del abandono. /  La centella evita el cerco de sombras refugiado en los episodios del sueño. “Entre las llamas fugaces / de su alerta escandalosa / me salpican los destellos / de su origen hecho mito”, apunta Alberto Ruy Sánchez.

Entro a un viaje que de pronto me acorrala y de pronto es una marejada de pétalos: “Madera sonrojada / y fértil desenvoltura”, pronuncia Alberto saboreando el fruto inflamado del abismo.

Dicen las jacarandas (Editorial ERA, 2019), del editor, ensayista y narrador Alberto Ruy Sánchez (Ciudad de México, 1951): poemario que celebra la florescencia anual de las jacarandas en nuestra ciudad. Festividad que se convierte en ceremonia desde los resquicios del enigma de las palabras. / El vocablo-flor se mueve  y emite un fluctuar que abraza, hiere y mece el aliento. Lanza señales en el capullo de la luminosidad extraviada y nos persigue a tientas por todas las trochas. Vida y letra y flor más allá de la línea pálida de la extensión del mundo.

“Un jardinero de oriente /de la isla de los asombros, / se propuso en las aceras / de esta ciudad de palacios crear un jardín callejero: / una invasión de mil flores / que se caen y resucitan.” Ahora, el apacible esplendor se despliega en los designios de la pulpa hambrienta en busca de la embriaguez de los pájaros y sus devaneos. Flamean mis pies cuando pisan los velos de las dunas: madrigales sosegados en la morada de su lumbre.  Dios y las abejas  hicieron fluir el polen para excitar al capullo y catar con labios movedizos el sigilo, cerro abajo en la alborada.

Folios de gritos: espasmos que escoltan la sacudida en el instante tembloroso. Caen avecitas violáceas de allá, de las copas del árbol, del ramaje que cruje en el espejismo del viento. Avecitas violetas que la niña despliega ante sus ojos y pregunta: ‘¿por qué se despeñan tantas, papá?’. Despeñarse para encontrar en la tierra el relente de la quietud: recuerdo que le dije a mi hija una vez que el árbol de la esquina giraba con efusión de pétalos ante su asombro en inocente cascada de ternura. “Las calles también esconden / en la noche del subsuelo / los silencios palpitantes, / los sonidos engañosos. / Sus sonámbulas raíces / murmuran sin detenerse / en la tierra, tan oscura. // La jacaranda, instrumento / de percusión floreciente, / de viento cuando respira, / de cuerdas verdes foliadas. / Y si la flor es su nota, / la rama es su resonancia.”

Las jacarandas dicen: Alberto Ruy Sánchez canta. La desolación de la intensidad se propaga en los anhelos y los ojos se nos llenan de una luz secreta en volteos de pasmos. Mieles florecidas que albergamos en los párpados: amanece y un oleaje cárdeno cubre el rostro de la ciudad. Vierto en las manos de mi amada el semen germinado en los amarraderos de la vendimia. Le doy un puñado de Lilas: ella sonríe asediada por el deseo. / “Leyenda urbana: / Una calle sin jacarandas / es como un enamorado / sin besos.” Huelo las planas del cuaderno de Alberto: la quietud me inunda: soplos de corolas efusivas me tientan.

osDicen las jacarandas

Autor: Alberto Ruy Sánchez

Género: Poesía

Editorial: ERA, 2019

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