El feminismo y la Cuarta Transformación

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Se habla ya de una cuarta ola del feminismo. Un movimiento más exigente, más radical, incluso más violento que los anteriores, pero que promete efectuar transformaciones profundas en la sociedad contemporánea.

Leí en algún sitio que de las revoluciones del siglo XX, la más exitosa —la única que persiste— es el feminismo. A decir verdad, la primera ola del feminismo comienza mucho antes. Desde mediados del sigo XIX aparece el movimiento sufragista en países como Inglaterra, que exige igualdad política entre mujeres y hombres. En el siglo XX encontramos lo que algunos consideran es la segunda ola del feminismo, identificado principalmente con el movimiento de liberación femenina que se desarrolla en Estados Unidos, en los años 60. Los especialistas detectan luego una tercera ola del feminismo, que surge alrededor de los años 80. En esos años, el feminismo se hace más político, más complejo, más transgresor. Entran a la escena otros grupos que obligan a redefinir el concepto de lo femenino.

La cuarta ola del feminismo es un fenómeno del sigo XXI. Una de sus características es que se apoya en las nuevas tecnologías digitales, que cruza fronteras con rapidez y congrega eventos masivos en las calles. Ya no se trata tan sólo de luchar para que algunas mujeres tengan la oportunidad de liberarse de manera individual, sino de algo más profundo: de acabar por completo con el régimen patriarcal para que todas las mujeres puedan emanciparse. Dicho en otras palabras: de destruir el viejo régimen para instaurar uno nuevo.

Me ha impresionado mucho la rapidez con la que un performance que hizo un grupo de activistas en Chile fue replicado en todo el mundo. En México, el Zócalo se llenó de mujeres que realizaron la misma rutina, pocos días después de que el chileno se hizo viral. Estamos presenciando una capacidad de organización global nunca antes vista.

En México estamos obsesionados con la idea de que el lopezobradorismo es el modelo exclusivo de la transformación de México. Un prejuicio obtuso y dañino. En artículos previos he afirmado que no debemos confundir el lopezbradorismo con la Cuarta Transformación de México; cambio que puede —y debe— tomar otras vías.

Las mujeres que se han manifestado en días recientes están impulsando una transformación de México más profunda y más radical de la que propone el oficialismo lopezobradorista. Es una transformación que no depende de que ellas alcancen el poder, de que formen un partido, de que ganen elecciones, sino de la exigencia moral de que se lleven a cabo cambios profundos en las fibras más finas del tejido social: en la casa, en la calle, en la escuela, en la oficina.

Quienes queremos que México se transforme de verdad tenemos mucho que aprender de las valientes mujeres que han tomado las calles y las plazas para levantar su voz.

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