Los asesinos de las mujeres y niños de las familias LeBarón y Langford pertenecen a un grupo delictivo que estaba muy debilitado, después de que a principios de esta década habían ejecutado a miles.
Autoridades federales señalan como responsable de esta masacre a la organización delictiva La Línea, que hasta principios de 2017 era considerada brazo armado del Cártel de Juárez, hasta que una traición dio origen al Nuevo Cártel de Juárez (NCDJ).
Apenas hace un par de días, autoridades confirmaron la detención de Mario “H”, El Mayo, jefe de plaza de La Línea, en Janos, Chihuahua, presuntamente implicado en la masacre de la familia LeBarón.
Ese grupo armado fue fundado por Juan Pablo Ledezma Rodríguez, El JL, y financiado por el fundador y líder del Cártel de Juárez, Vicente Carrillo Fuentes, El Viceroy.
El objetivo era combatir al Cártel de Sinaloa en Ciudad Juárez, Chihuahua, así como en El Paso y San Antonio, Texas.
En Ciudad Juárez los brazos armados de La Línea son dos pandillas: Los Mexicles y Los Aztecas; mientras que en la capital de Chihuahua operan para el NCDJ sólo Los Aztecas.
Aún no existe una explicación del porqué los integrantes de La Línea atacaron directamente a los miembros de la comunidad mormona, incluyendo niños y mujeres, pero una de las líneas de investigación señala a la disputa entre este grupo delictivo y Los Salazar.
Horas antes del asesinato, sicarios de La Línea se enfrentaron con Los Salazar en Agua Prieta, Sonora, y ante el temor de una incursión de éstos a Chihuahua, que consideran su plaza, La Línea envió una célula a la zona entre Janos, Chihuahua, y Bavispe, Sonora.
Por cierto, Los Salazar han sido señalados por atacar a por lo menos dos periodistas que investigaban sus relaciones con el poder político. Uno de ellos fue Alfredo Jiménez Mota, quien se encuentra desaparecido desde el 2005 y trabajaba para el periódico El Imparcial; mientras que el otro caso es el de Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada asesinada en marzo de 2017.
Esta violencia nos recuerda a los hechos ocurridos el 30 de enero de 2010 en la colonia Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez, cuando integrantes de La Línea llegaron hasta una casa donde 60 jóvenes celebraban el triunfo de un partido de futbol americano, ahí asesinaron a 16 de ellos, la mayoría estudiantes.
En un reportaje especial que hicimos en Todo Personal, viajamos a Chihuahua para cubrir esta masacre. Eran los momentos más complicados en seguridad en esa zona. Jóvenes habían sido asesinados en una confusión por la confrontación entre grupos rivales, entre ellos La Línea.
Los disparos que un comando realizó contra los invitados a dicho festejo en la colonia Villas de Salvárcar, causaron la muerte de 16 personas de entre 15 y 20 años de edad, así como 13 lesionados.
Tres adolescentes cayeron abatidos afuera de la casa número 1306, otros tres frente al 1308 y cuatro más en el 1310. Seis más fallecieron durante el traslado o en los hospitales. Una de las víctimas era estudiante de la Universidad Autónoma de Chihuahua.
Ese 2010, fue un año récord de violencia en Ciudad Juárez, entre el 2007 y el 2011 más de nueve mil personas murieron relacionadas con el crimen organizado. La cifra aislada sólo del 2010 fue de tres mil 116 homicidios, un promedio de ocho muertes violentas al día.
Los Aztecas eran la pandilla más poderosa. Surgieron en las cárceles de Estados Unidos, pero expandieron su influencia a calles y barrios de ambos lados de la frontera.
Trabajan, y eran aliados, con La Línea, grupo que asesinó a integrantes de las familias LeBarón y Langford hace unos días.
La guerra era provocada por distintas pandillas, Los Artistas Asesinos y Los Aztecas. Entre ellos se peleaban el control de las calles para la venta de drogas.
La violencia en ese 2010 era por la disputa del territorio entre los Artistas Asesinos y Los Mexicles, que están asociados con el grupo de Sinaloa, el de Joaquín El Chapo Guzmán, ahora con sus hijos. Un territorio muy útil para los grupos criminales que buscan ingresar droga a Estados Unidos por la frontera.
Muchos de los integrantes de las pandillas son chicanos y se desenvuelven bien en ambos lados de la frontera.
Reclamo por la justicia
[caption id="attachment_1062337" align="alignnone" width="696"] Luz María Dávila, madre de dos de los jóvenes asesinados en Villas de Salvárcar; Julián LeBarón (centro) y Javier Sicilia, al encabezar una manifestación en la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad y del Consuelo, el 9 junio de 2011. Foto: Especial[/caption]
Poco después de la masacre de los jóvenes en Villas de Salvárcar, la Policía Federal tuvo mucha presencia en la zona, se asignaron fondos federales para construir nuevas escuelas, e instalaciones deportivas.
La iniciativa privada también dio aportes importantes para rescatar a Ciudad Juárez de la violencia, para construir espacios de esparcimiento y deporte. Se volvieron a abrir nuevos negocios, restaurantes y tiendas. Por primera vez en años, la gente podía salir a la calle.
En el 2010 se trabajó mucho por el tejido social en Ciudad Juárez y con los pandilleros. Se hicieron albergues para combatir las adicciones y rescatar a pandilleros que peleaban para vender drogas y así cubrir sus dosis.
Para el 2012 José Antonio Acosta Hernández, El Diego, expolicía y líder de La Línea, a quien se le atribuían más de mil 500 asesinatos, incluyendo el de los jóvenes de Villas de Salvárcar, el de tres funcionarios del consulado de EU y decenas de personas que se encontraban en centros de rehabilitación, fue arrestado en Chihuahua y extraditado a Estados Unidos.
La paz duró poco. Con el cambio de gobierno en el 2012, se abandonó mucho de lo que se había implementado.
Se descuidaron tanto la seguridad como a la sociedad conforme pasaron los años. Para el 2015, la DEA advertía que La Línea era un cártel en formación, nuevamente empezaba a tener fuerza.
Y es que la estrategia de no combatir a los grupos criminales, pensando que éstos no van a pelear el territorio por su negocio es una lectura equivocada.
La Línea llegó a estar prácticamente desarticulada, pero volvió a surgir y con fuerza y ésos son los asesinos de las familias mormonas.
Si el actual Gobierno federal asegura que no va a perseguir a grupos criminales, la seguridad en todo el país se va a desbordar aún más.
Con el crimen organizado no se pueden llegar a acuerdos en un contexto donde hay decenas de organizaciones criminales que pelean entre ellas. Es un negocio en el cual matan por conservar y, al mismo tiempo, lastiman profundamente a toda la sociedad.
En esta nueva etapa, La Línea ha estado reclutando y entrenando a mujeres jóvenes y guapas para convertirlas en sicarias.
De acuerdo con declaraciones de Rogelio Amaya, presunto integrante de La Línea, el grupo criminal tiene entre sus filas a entre 20 y 30 mujeres, principalmente “bonitas” y de 18 a 30 años de edad, entrenadas para matar: “van en autos y llevan armas largas o cortas. Van acompañadas de hombres, ellas se bajan a hacer el trabajo”, relató el sicario.
El grupo criminal que acabó con la vida de los LeBarón y Langford pudo haber sido desmantelado hace tiempo.
Que esta historia sirva de lección, para que se combatan a los narcotraficantes desde el Estado y éste nos garantice seguridad a todos los mexicanos.