Alberto Fernández y el peronismo “no confrontativo”

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El traspaso de poderes en el Congreso argentino, donde, en perfecto estado de civilidad, Mauricio Macri entregó la banda presidencial a Alberto Fernández, con Cristina Kirchner a unos metros, habría sido inimaginable hace un año. Para agrandar la extrañeza habría tan sólo que recordar que la ceremonia tuvo lugar en presencia de mandatarios tan disímiles como el recién electo presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, del histórico Partido Blanco, de centro-derecha, fundado en 1836, y Miguel Díaz Canel, presidente de Cuba y, muy pronto, Secretario General del Partido Comunista único que rige en la isla.

Hace un año, Macri prodigaba triunfalismo, Cristina se enfrentaba a una ofensiva judicial despiadada y el hoy presidente viajaba por el mundo, como un intelectual independiente, crítico del neoliberalismo pero también del que llamaba kirchnerismo “confrontativo”. En un artículo aparecido en la revista Nexos, titulado “Los Kirchner frente a frente”, Fernández hacía un balance equilibrado de los gobiernos kirchneristas. Con equilibrado me refiero a un balance que reconocía lo positivo de aquellas administraciones pero no ocultaba sus evidentes reparos al fondo y la forma del último kirchnerismo.

Dividía Fernández el kirchnerismo en tres fases: “una en la cual se afrontaron los mayores problemas de Argentina”: 57% de pobreza, 24% de desocupación, decrecimiento sostenido del PIB. En aquella etapa, correspondiente a la presidencia de Néstor Kirchner entre 2003 y 2007, una adecuada política económica logró un crecimiento del 8% anual y la estabilidad fiscal permitió saldar deudas con organismos internacionales como el FMI, el BM y el BID. El superávit que dejó la presidencia de Néstor Kirchner permitió avanzar en programas de inclusión social y reducción de la pobreza.

La segunda fase, según Fernández, correspondiente al primer gobierno de Cristina, entre 2007 y 2011, se caracterizó por “cierto relajamiento de la economía”, pero también por “una fuerte política de ampliación de derechos ciudadanos que permitió el reconocimiento e integración de las minorías”. Aludía, desde luego, al aumento del salario mínimo y las jubilaciones y pensiones para adultos mayores y, a la vez, a la Ley de Matrimonio Igualitario de 2010, a la despenalización del aborto y a diversas medidas a favor de la igualdad de género.

La última etapa del kirchnerismo entre 2011 y 2015, de acuerdo con este ensayo del ahora presidente Fernández, se caracterizó por una “actitud confrontativa que afectó mucho la convivencia democrática”, un “sesgo autoritario del gobierno y la aparición de hechos de corrupción, que acabaron socavando la base social de ese espacio político”. Dentro de esa actitud incluía Fernández la pelea con los medios de comunicación, la descalificación permanente de los opositores y una política internacional sectaria, claramente inclinada a favor del bloque bolivariano.

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