El Covid-19 y los derechos humanos

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Si el nuevo coronavirus fuera tan manso como la gripe común o la influenza H1N1, según insinuaron en un principio Trump y AMLO ¿por qué China impuso medidas draconianas en Wuhan? ¿Por qué se ha negado a los cruceros con posibles enfermos el permiso para atracar en Japón o Jamaica? ¿Por qué los trabajadores del Museo del Louvre exigieron cerrar sus puertas? El Covid-19 puede no ser letal en la gran mayoría de los casos, pero es fácilmente transmisible y envía a los hospitales a suficientes pacientes como para saturar los servicios de salud.

Haber mantenido en sus casas a los habitantes de la ciudad de Wuhan ha sido aplaudido por epidemiólogos, pero fue condenado por algunos juristas y pensadores críticos. Los primeros explican que se dio un valioso tiempo a otras ciudades chinas y al mundo entero para prepararse. Los segundos, como el filósofo italiano Giorgio Agamben, temen que se normalice un estado de excepción.

En México no aprovechamos a fondo el tiempo que nos concedieron los chinos. En estas semanas debimos haber aprendido a evitar a toda costa abarrotar los servicios de urgencias de los hospitales, pues las salas de espera son vectores de infección. Pero la población no recibió suficientes advertencias y la histeria ya condujo a decenas de gripientos y de hipocondriacos a importunar en los hospitales.

Así, lo importante es un equilibrio en la comunicación: el poder no debe alentar una serenidad irresponsable (como la de la enferma coreana que, a sabiendas de su condición, fue a infectar a cientos en una misa), pero tampoco debe ser tan alarmista que desencadene una crisis de pánico contraproducente. Es posible, entonces, que la mentira piadosa de “ya saben quién”, al desestimar en un principio la gravedad del virus, haya tenido algún efecto positivo, pues impidió que aún más cantidad de personas angustiadas se precipitaran hacia su probable contagio. Pero sería mejor promover la calma con información veraz.

Lo importante es lo que viene. Necesitamos determinación del Gobierno, sin olvidar ponderarla con otros derechos: los de los padres que deban ocuparse de sus hijos si se decide cerrar algunas escuelas; los de las personas de escasos recursos que viven al día y no pueden encerrarse en cuarentena, sin ayuda, en sus casas. México tiene el marco jurídico adecuado en la Ley General de Salud para ordenar a los enfermos no graves de Covid-19 quedarse en sus hogares 14 días, auxiliándolos durante su aislamiento. No para imitar a China, donde la restricción fue general; sí a las democracias más avanzadas del mundo. Desde luego, aparecerán los hipergarantistas, la liga de la mala leche y el colectivo “No al estado de excepción”, criticando tal medida. Igual también hay cientos de miles de personas que juran que la tierra es plana; y uno de ellos, Mad Mike Hoare, murió el mes pasado tratando de probarlo desde un artesanal cohete a propulsión. La diferencia es que los críticos de las medidas de contención de la epidemia de Covid-19 no son los que van a morir por culpa de sus irresponsables ideas.

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