“Cuando planeé aquel matrimonio con un hombre todo fue fácil; tan sólo era decidir la fecha, invitados, vestido, comida. Para casarnos tuvimos que revolucionar a México. Somos las primeras lesbianas en casarnos en América Latina y ha sido una responsabilidad de trabajar y transformar”.
Recibí la llamada de Lol Kin Castañeda, recordándome que el 4 de marzo eran 10 años del matrimonio igualitario en la CDMX; en ese momento se me vino a la mente el gran esfuerzo que hicimos quienes estábamos en la sociedad civil para la elaboración del programa de derechos humanos; más de mil 200 líneas de acción y una de ellas, el reconocimiento del matrimonio igualitario.
No me pude contener y le pregunté cómo había imaginado ella su boda de niña: “soñaba con tener una familia, sabía que debía casarme; en la universidad acepté con mucha alegría la propuesta de formar una y sabía todo lo que se esperaba de mí y del novio. Terminamos antes de llegada la fecha y varios años después me enamoré de una mujer; me asumí como lesbiana. A partir de ese momento el matrimonio dejó de ser un tema, sabía que no era posible. Un domingo, Judith, mi pareja, me encontró muy grave, pidió una ambulancia y ya en urgencias cuestionaron el vínculo entre nosotras; afirmó que éramos pareja. Pero no le permitieron tomar ninguna decisión médica. A partir de ese momento nos volcamos a dar rostro a “las parejas” de lesbianas y comenzar a reconocerlas como familias.
La conversación no se pudo detener y seguimos. Recordó cómo en 2009, el movimiento LGBT creció en fuerza, logrando colocar el matrimonio igualitario en la agenda. David Razú fue quien asumió ese compromiso; se buscaron consensos, se logró convocar a cerca de 190 organizaciones y se empezó hacer evidente la desigualdad de derecho en los medios de comunicación, en lo que se buscaba incidir en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, y así “Sociedad Unida” logró alianzas clave en lo Ejecutivo con Marcelo Ebrard y Leticia Bonifaz; Luis González Plasencia en la CDHDF, y muchas más personas; cada quien puso sus recursos en pro de una agenda que habría sido silenciada.
La izquierda tenía mayoría en la ALDF; sin embargo, la reforma al Código Civil generó resistencias. Quienes estaban en contra, por pertenecer a grupos cristianos, quienes no “veían bien la adopción”, quienes sostenían que debía llamarse de otra manera a esas uniones.Todo eran cálculos políticos. Fue un momento de violencia, amenazas y burlas. Sin embargo, lo logramos el 21 de diciembre, para después defender el derecho ante la SCJN; y justo ahí supe que había trabajado por mi familia, por Judith y por mí. Que habíamos llegado a protegernos mutuamente, de la mano de nuestra sociedad, ya no al margen de ella. Entrando en vigor el 4 de marzo.
Después, como constitucionalista, me decía Lol, colocamos el reconocimiento a las familias en matrimonio o concubinato. Al llegar a la comisión de la Asamblea Constituyente de Ciudad de México fue sacada del proyecto, convirtiéndose en moneda de negociación para los grupos parlamentarios. Pero el empeño de Lol logró construir alianzas y colocar argumentos y resoluciones de la SCJN ante los cuales nadie pudo escapar. No hubo un solo minuto en el que no abordara a las personas constituyentes; ella sabía que Judith era el motor de esa fuerza y que la sociedad civil era el rostro para el que debían abrirse las puertas del clóset y hacer de la dignidad la manera de relacionarse; y así ganó con argumentos a los prejuicios.
Ya al final de nuestra plática cerró diciéndome: “tenemos derechos reconocidos, pero no ejercidos a plenitud; tenemos argumentos y resoluciones de la SCJN que no impactan en la responsabilidad de quienes legislan para garantizar derechos en igualdad. Falta de garantizarse en 13 estados. Tenemos todo dado para que se garanticen derechos en igualdad o existan sanciones para quienes sostienen la desigualdad. México está herido por la desigualdad que genera violencia. Ampliar derechos a quienes no los tienen, a toda la sociedad le hace bien”.