El día después… ¿Depresión post Paro?

larazondemexico

Falta de sueño o somnolencia en exceso, desesperanza, irritabilidad o un sentimiento de vacío. Así llena de contrastes es una depresión post parto, porque la avalancha de emociones y hormonas corre con tal fuerza por un mismo cuerpo, que es difícil asimilar lo que se está viviendo, luego de realizar la responsabilidad que representa tener la capacidad de dar vida.

Como mujer y madre, que lo he experimentado, el martes por la mañana sentí la extraña repetición de ese estado emocional, y quizá se trate de algo que mi razón estaba intentando acomodar.

Quizá es ese alumbramiento masivo del que fuimos protagonistas y cómplices millones de mujeres en México, con la misma pregunta que una se hace cuando se encuentra sola por primera vez con el hijo en los brazos: ¿Y ahora qué hago?…

Porque lo que pasó este 8 de marzo, es que México parió uno de los movimientos más relevantes de las últimas décadas, donde miles de mexicanas hicimos historia, inundando las calles en diversas ciudades del país.

La Ciudad de México fue inevitablemente el escenario de las postales más impresionantes, —muchas más de las “80 mil” almas mencionadas por las cifras oficiales— como flores sumadas a las jacarandas que adornan las avenidas que dieron suelo a los cientos de miles de pasos firmes, con un mismo reclamo: ¡Ni Una Menos!

El domingo se unieron abuelas, madres, niñas, adolescentes, todas mujeres, ¡juntas! y luego, muchas voluntariamente “desaparecidas”.

Un día sin nosotras simbólico, sin justificaciones innecesarias, en un acompañarse femenino que cimbró a un México ya demasiado lastimado: ¡Ni una Más. Ni una Asesinada Más!

No importa si la soberbia le impide al ejecutivo reconocer la importancia del hecho, como ocurrió desde Palacio Nacional el 9 de marzo, en una conferencia mañanera que transcurrió en medio de una notable ausencia femenina y un discurso poco empático frente a la realidad.

[caption id="attachment_1121637" align="alignnone" width="696"] Manifestantes, en la CDMX, durante la marcha del pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Foto: Cuartoscuro[/caption]

Y la realidad es que México tiene tanto que aprender, como quedó demostrado por el alcalde de Cintalapa, Chiapas, quien hizo gala de su ignorancia y de lo inmerecido que le resulta el cargo que ostenta, al declarar en un acto público: “nuestras compañeras hoy están haciendo aseo en su casa yo creo, haciendo labores domésticas”, dijo el pobre, refiriéndose al paro de mujeres.

Mismo día en que se dio a conocer que la Secretaría de la Función Pública —cuya titular se refirió al paro como “una tentación para lavar platos y arreglar ropa”— dio a conocer la “sanción” impuesta al subdelegado del ISSSTE michoacano, José Manuel Mireles: una amonestación pública y suspensión de cinco días hábiles, por llamar públicamente “nalguitas” y “pirujas” a derechohabientes y mujeres en general.

La secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero, intentó desde la sensatez de esa mujer de leyes que siempre ha sido —y desde donde ha defendido la causa femenina por décadas— activar un control de daños sobre la ofendida nueva fuerza morada de México. Pero la misión se antoja prácticamente imposible.

Una mujer cuya trayectoria en la defensa de las mujeres se ha visto desafortunadamente opacada por su entorno, en el que poco puede hacer —con sus buenas intenciones— por mitigar la evidente indiferencia que la familia presidencial muestra frente un movimiento de dimensiones que eran, hasta el pasado domingo, insospechadas.

“A cada minuto de cada semana, nos roban amigas, nos matan hermanas; destrozan sus cuerpos, los desaparecen, ¡No olvide sus nombres, por favor, Señor Presidente!”, reza la canción “Sin Miedo” de Vivir Quintana, que esta semana también fue el himno que corearon decenas de estudiantes de la Universidad Iberoamericana de Guanajuato, para despedir a su compañera Nadia Verónica, asesinada el mismo “Día Internacional de la Mujer”.

Sólo un día después, la misma suerte corrieron María Magdalena en Veracruz, Maribel y Paulina en Puebla, María Guadalupe en Michoacán y otras tantas cuyos nombres ya están enterrados con sus cuerpos.

Transitar una depresión post parto no es un proceso sencillo, pueden pasar meses en un sentimiento de incertidumbre y los niveles de hormonas esenciales no se recuperan fácilmente. Pero ocurre, y cuando pasa no hay nada que detenga a una madre para defender lo que acaba de crear.

El reto es inmenso, los golpes siguen llegando y la indiferencia continúa cobrando vidas, pero ahora es distinto, porque ya empezamos a medir fuerzas, y esto ya nada lo detiene.

Lo que las mujeres mexicanas parimos juntas, tiene un corazón que late con demasiada fuerza… Al tiempo…

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