Pandemia y desafección democrática

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Foto: larazondemexico

Quiso la suerte que en esta semana de pandemia, el proyecto V-Dem hiciese público su último estudio sobre el estado de la democracia en el mundo.1 Los resultados son relevantes para evaluar los modos en que la actual crisis global —sanitaria, económica, social— se combina con el crecimiento de la desafección democrática. Con la idea de que la democracia —en su forma actual de repúblicas liberales de masas— no es ya el modo adecuado para gestionar nuevas amenazas —como la del coronavirus— y ordenar la gobernanza —configuración entre lo estatal y lo cívico— dentro y fuera de las fronteras nacionales.

La autocratization, según el estudio, se ha acelerado. Por primera vez desde 2001, los regímenes no democráticos son mayoría: 92 países, con 54 por ciento de la población global. La Unión Europea cobija hoy su primer autoritarismo electoral —Hungría— y varios países del G20 —Brasil, Turquía, India y EU— se sumaron —con matices populistas o abiertamente autoritarios— a la ola desdemocratizadora. Latinoamérica ha retrocedido a los estándares de 1990 y los países excomunistas caen al nivel más bajo desde la transición. Sin embargo, parece que no todos quieren la solución despótica. Las movilizaciones ciudadanas se han casi duplicado en comparación con hace una década. Durante 2019, 29 democracias y 34 autocracias abrigaron protestas masivas contra los procesos de erosión, ruptura y consolidación autoritarios. La gente defiende su derecho, imperfecto pero real, a tener derechos.

En esta coyuntura, surgen voces que apologizan la resolución china y lamentan la incapacidad democrática para combatir al Covid-19. Pero la cosa no es simple: revisemos los esquemas de gobernanza que mejor responden a la pandemia. Ni la opacidad represiva de la autocracia china ni el individualismo posesivo han dado la talla aquí y ahora. Pekín ocultó el brote del virus, censurando a sus expertos e impidiendo la temprana alerta internacional. Los neoliberales, dentro de nuestras élites, deberán dar cuenta de cómo sus políticas debilitaron sistemas de salud, prevención y pesquisaje. Han sido países con una mezcla de regímenes democráticos o semidemocráticos, con instituciones eficaces y sociedades educadas, cohesionadas y activas, las que mejor han enfrentado esto hasta el momento.

Surcorea y Taiwán son democracias liberales, Hong Kong, un enclave semidemocrático, y Singapur, un régimen híbrido; comparten sociedades vibrantes que insertan el éxito personal dentro de una tradición comunitaria de matriz confuciana. Los casos de Europa —países nórdicos, Alemania— o Latinoamérica —Argentina, Costa Rica— donde la respuesta ha sido más eficaz combinan niveles diversos -pero existentes- de capacidad estatal con tradiciones de participación y capital social. La mayoría de las autocracias —de Venezuela a Zimbabue— carecen de instituciones legítimas y eficaces para atender a su población. Parece entonces dudoso que el sacrificio de la libertad sea el precio a pagar por una seguridad incierta, en estos tiempos de crisis planetaria.

Autocratization Surges-Resistance Grows, Democracy Report 2020, Varieties of Democracy Institute, marzo 2020.

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