Que hemos ganado las primeras batallas. Lo dicen los representantes de la OMS en México y felicitan al Gobierno por la estrategia elegida. También los académicos que confían en el conteo oficial de casos del Covid-19, con el cual se dibuja una curva epidémica moderada.
Además, es verdad que la suspensión de actividades en México ha sido más oportuna que las cuarentenas en Italia o España. Y algunos gobernadores se han puesto las pilas, como Enrique Alfaro, de Jalisco, quien adquirió 75 ventiladores mecánicos (pulmones artificiales que salvarán vidas). U Omar Fayad, de Hidalgo, quien estableció un apoyo de tres mil 750 pesos a trabajadores sin seguridad social infectados.
Menos optimistas son quienes ven con angustia cómo se dispersaron en la sociedad los viajeros provenientes del vuelo de Madrid en el que venía la primera mujer fallecida por el Covid-19, cuya familia dice que tuvo que insistir para que fuera contabilizada como víctima oficial de la enfermedad. Esos pasajeros de avión deberían ser localizados y sometidos a prueba. Con la evidencia de que los portadores asintomáticos del virus son quizá el principal problema, se confirma en el mundo la estrategia de confirmar los casos sospechosos y aislarlos, incluso si las personas se sienten muy bien de salud. Ello sin cometer el error italiano: si tenían la suerte de obtener un resultado negativo en el test, los lombardos se iban al bar o al café a celebrar; aunque poco después del análisis podía aparecer el virus. Por lo tanto, debe haber muchas pruebas sin relajarse por ello la cuarentena.
Que no sea factible hacer muchos análisis, en términos financieros, sería otro tema que debería ser admitido con transparencia. Mientras que a los franceses les dicen en su cara que aún no hay reactivos suficientes para implementar las estrategias coreana y japonesa, pero confiesan que es lo que debe hacerse, en México parecemos citar a nuestro clásico superhéroe: “¡que no panda el cúnico! Todo está fríamente calculado”.
Es verdad que estaba previsto que el virus entraría. El subsecretario López-Gatell fue claro desde un principio en que la estrategia final sería de mitigación. Pero da la impresión de que esa visión viene acompañada de una cierta resignación al contagio. Se desestima el uso de mascarillas entre aquéllos que no están enfermos (mientras que en Japón toda la gente las usa y así 80 por ciento de los portadores del virus no lo propaga). Tampoco vemos spots o videos de AMLO rogando a los dueños de fondas y taqueros abstenerse de colocar platitos de salsa al alcance de varios comensales y de sus gotitas de saliva.
Hemos ganado algunas primeras batallas, pero la guerra se anuncia cruenta. En Francia hay 30 mil ventiladores disponibles y ya son insuficientes. En México, apenas cinco mil 523. Allá se prepara ya la nueva estrategia para derrotar al virus y salir del confinamiento: pruebas masivas de dos tipos, a posibles portadores y a personas inmunizadas. Sólo detectando quienes poseen ya anticuerpos es posible que salgan de nuevo a la calle con tranquilidad.