“Como profesionales de salud no nos estamos negando a atender a estos pacientes, para eso estudiamos, nadie se está negando, pero dame las condiciones correctas para cuidarme”, ese es el reclamo de Daniela, una enfermera del Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS, quien dice sentirse, como muchos de sus compañeros, “en la guerra sin fusil”…
Esta semana se decretó en nuestro país la Fase 2 de contagio por Covid-19, el anuncio se hizo en la conferencia mañanera de Palacio Nacional en la que el Presidente López Obrador en el ánimo de dar calma y certeza mencionó que en el país tenemos “millones de enfermeras”.
Indudablemente la voluntad de estas profesionistas de la salud vale por millones, pero la realidad es que, de acuerdo al Instituto Nacional de Geografía y Estadística, en México laboran sólo 475 mil 295 personas en enfermería, de las cuales 79% son mujeres.
Es decir que en México tenemos aproximadamente 3.6 enfermeros por cada mil habitantes, muy por debajo de los seis recomendados por la Organización Mundial de la Salud.
Para Daniela, como para muchos de sus colegas, hacer frente al Covid-19 es una batalla que ha puesto a prueba, como pocas veces, la fuerza de su vocación.
“A todos nos preocupa ser el foco de infección y que a estas alturas no esté bien establecido cómo nos vamos a cuidar nosotros” asegura esta mujer de 37 años que como intensivista, es de las personas que más tiempo pasa con un paciente grave.
Entre sus funciones del diario, tiene que aspirar la boca del paciente, aspirar el tubo que se introduce en la tráquea, además de limpiar la boca del enfermo que se ha contagiado de un virus que se transmite precisamente por las vías respiratorias y a través de la mucosa.
“Nos están mandando con ‘goggles’ que no son herméticos, batas que no son ‘comandos’, por eso nosotros —y otros hospitales— nos estamos manifestando”.
“Nos dicen que como profesionales tenemos que estar preparados para saber cómo trabajar sin contagiarnos. Y nos cuidamos, pero el riesgo existe” explica Daniela.
Y es que los enfermeros no están pidiendo mucho más de lo elemental para cumplir con su trabajo, de acuerdo a lo que este tipo de virus exige: cubrebocas N95, goggles completamente herméticos y los trajes denominados “comandos”, que los cubran totalmente.
La Organización Mundial de la Salud señala que los cuerpos de enfermería representan más del 60% de la fuerza de trabajo en salud y el 80% de las necesidades de atención.
[caption id="attachment_1130135" align="alignnone" width="696"] Enfermeras del Hospital La Raza se manifiestan para exigir a las autoridades insumos, el 20 de marzo pasado. Foto: Cuartoscuro[/caption]
Estos profesionales enfrentan altísimas cargas de trabajo y de presión emocional, pasando muchas veces por encima de su propia salud.
Daniela por ejemplo, tiene 17 años de ser enfermera, 11 de vivir con una condición de hipotiroidismo y apenas el año pasado fue diagnosticada con diabetes e hipertensión.
Pero ella —como tantos—, es una profesional de la salud que en esta emergencia trabaja sin tregua a pesar de su propia condición vulnerable, porque se dice consciente de la falta de personal de su perfil, tan necesario en estos momentos.
Cuenta que si bien se ha habilitado un edificio de 3 pisos para atender especialmente a pacientes de Covid-19, la realidad es que no se cuenta con monitores ni ventiladores suficientes para enfrentar una emergencia mayor.
Algo que al parecer describe una situación del sistema de salud que se replica en todo el territorio nacional.
China, por ejemplo, cuenta con 4.34 camas de hospital por cada mil ciudadanos; en Italia hay 3.18; España cuenta con 3 camas por cada mil personas, mientras que en México solamente tenemos 1.4 camas por cada mil (datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
El gobierno de México ha hecho un llamado —casi desesperado— a profesionales para que se integren a las filas del sector Salud y es posible que ni así se cubra la demanda que puede generar la propagación del Covid-19.
“Necesitamos que nos protejan, no estamos diciendo que no los vamos a atender, pero es una angustia. Si nos pudieran ver a todos de frente… Pero somos muy incrédulos, hasta el momento que se empiece a disparar el problema la gente lo va a entender”, clama Daniela en un desahogo al final de su jornada, producto del temor y el agotamiento, minutos antes de irse a descansar, para enfrentar su próximo turno de 12 horas… si bien le va.