Desigualdad y pandemia

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Nuestro continente tuvo tres meses para prepararse para la pandemia del nuevo coronavirus. En estos meses vimos cómo China entró en crisis y poco a poco fue ganando terreno gracias a medidas extremas de aislamiento y la construcción de un hospital en una semana para darse abasto con el número de enfermos críticos. También observamos cómo el virus tomó Europa y cómo ha devastado a Italia y España. Vimos cómo estos dos países tardaron en aplicar medidas drásticas de contención y cómo la población ha sufrido las consecuencias. Hemos escuchado a Merkel comparar la actual situación al periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Vimos a Macron anunciar apoyos para los vulnerables. Vimos a la OMS rogarle a América aprender de los errores y prepararse.

El virus llegó a América y a los países en desarrollo, está tomando fuerza en regiones con gran densidad poblacional, como Brasil y México, mientras Estados Unidos acapara la atención, al convertirse en el principal foco de infección. En los tres países tenemos gobiernos de transición con características similares: una tensa relación con los medios de comunicación, una incredulidad ante la ciencia y un rechazo a cualquier cuestionamiento como si fuera una fuerza hostil que desequilibrara la seguridad nacional. El resultado está a la vista: Brasil y EU muestran ya curvas exponenciales que apuntan a convertirse en verdaderas crisis como las vistas en Italia y España, mientras México se bate para achatar la curva.

Latinoamérica es una de las regiones más desiguales del planeta, la actual crisis del Covid-19 no hará más que acentuar estas diferencias. Estados Unidos no se queda atrás en desigualdad, cuando consideramos que es la única economía desarrollada sin un sistema de salud público universal. Este escenario hace que el riesgo de mortalidad del virus sea potencialmente mayor que en Europa. Aquí, el virus matará por sí mismo y por la pobreza y la falta de acceso a sistemas de salud.

En Latinoamérica será peor. La cuarentena no se respeta y esto hará que estallen los contagios. ¿Cómo puede la gente que vive al día respetar la cuarentena? Un virus, dicen, es democrático y ataca a todos por igual. Incluso hay quien dice que prefiere a las élites viajadas. No es cierto. El virus se ensañará con los pobres. Son ellos los que no pueden aislarse; los que no pueden pagar las medicinas; los que no tendrán opciones. Y si sobreviven, son ellos los que ya no tendrán trabajo; los que quedarán endeudados; los que más sufrirán la depresión económica. Son los hijos de los pobres, sin Internet, los que ya están quedándose más y más atrás en sus estudios. Son ellos los que morirán años después, pero por la misma causa. No, este virus no es democrático. Estamos enfermos de desigualdad.

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