“Recordar, repetir, reelaborar” (Sigmund Freud 1914)
Philip Bromberg (https://www.psicoterapiarelacional.es/Publicaciones/La-sombra-del-tsunami) afirma que la historia del desarrollo por sí misma es un trauma, entendiéndolo no sólo como los momentos que fracturan la integridad de la mente (abuso sexual, violencia, muerte temprana de los padres, mudanzas intempestivas, acoso escolar): crecer, cambiar de etapa, entrar a la adolescencia o a la tercera edad, con todos los retos asociados, también es traumático. Nadie se salva de la desregulación emocional, de sentir que un tsunami está por ocurrir adentro y arrasará con la capacidad de pensar, decidir, organizarse, seguir adelante.
Lo insoportable para la mente es distinto para cada persona. Por ejemplo, habría que tener cuidado antes de usar la etiqueta de border, para describir a una mujer que muestra matices e intensidades emocionales. Hay personas que no soportan los espacios cerrados, los grupos grandes, los defectos de los otros, la crítica, la falta de reconocimiento, los cambios, la rutina. La lista es larguísima.
La regulación o desregulación emocional se aprende con las figuras primarias y depende de si las emociones fueron aceptadas o juzgadas y castigadas. La familia puede ser el peor lugar para crecer. No deberíamos defender ciegamente a la institución familiar, que en México también es contexto de trauma grave.
Las emociones que expresamos con más frecuencia, construyen la personalidad. El niño nace con la capacidad de sentirlas todas, porque son humanas y universales. El código genético nos permite sentir alegría, tristeza, amor, ira, odio.
Si las emociones no son acogidas se vivirán con vergüenza. Hay crianzas en las que no se permite llorar o abrazar o decir te amo. La historia de nuestra vida emocional es la historia de la alegría, la angustia, la preocupación, la tristeza.
Hasta aquéllos que crecieron con aceptación, contención y acompañamiento sienten desregulación emocional, quizá menos intensamente y con menos frecuencia.
Regular las emociones permite ser fuerte, capaz de enfrentar el embate de los problemas y tener flexibilidad para no romperse sino adaptarse para salir adelante.
Muchos vienen a terapia porque son inestables. Viven muchos tipos de emociones, incluso contradictorias, a veces en un solo día. No están pudiendo contener el tsunami de las emociones y todo lo viven como inundación.
Las relaciones con los otros, si nos abrimos a ellas, nos ayudan a regularnos, aunque repetir el pasado es frecuente, porque el patrón de relación es inconsciente.
Inventarse un presente más libre abre la posibilidad de una vida mejor, pero a veces el miedo a lo desconocido es más fuerte. Hay actos que desconocemos como propios: ¿Por qué estoy haciendo esto que no es parte de mí? Porque no hay memoria del trauma ni registro con palabras, sólo se actúa y se puede observar: agresión, odio y destructividad intempestivos, sexualidad desregulada, defenderse sin que haya un ataque.
Es necesario integrar todo lo no recordado, que quedó fuera de la conciencia porque era demasiado doloroso, con la historia biográfica que sí se rescata a partir de los 3 o 4 años. Los frutos de esta integración son la tranquilidad, la autenticidad en la forma de ser y la alegría. Para ser feliz es necesaria la regulación afectiva.