El fin de semana pasado Conapred hizo un llamado a los líderes de las Iglesias en México, en donde reprueba los dichos prejuicios que algunos representantes eclesiales en estos momentos de crisis por el Covid-19 han realizado, tras llamar a “reflexionar” sobre conductas permisivas que han llevado a la pandemia.
Sólo basta escuchar al ministro Alfonso Durán Moo, presidente de la Comunidad Evangélica de Pentecostés en Campeche, al decir que el Covid-19, más que un castigo, es una demostración del amor de Dios, para que en este momento las personas reflexionen y se salgan de los malos caminos, como lo es la homosexualidad
desenfrenada y los matrimonios entre personas del mismo sexo. O bien, lo dicho por el obispo de Cuernavaca, Morelos, Ramón Castro Castro: “Dios nos está gritando, nos está golpeando para que reflexionemos sobre lo que hacemos mal. La humanidad no puede jugar a ser Dios y, por tanto, no puede decidir quién vive y quién no, como en el aborto, la eutanasia y tampoco se puede dejar a los niños elegir el género”.
Estas situaciones causan una justificada indignación entre las personas y los grupos señalados, ya que mensajes como éstos, sólo los pone en una mayor situación de vulnerabilidad y por tanto de discriminación, al ser mensajes con carga machista, homofóbica y transfóbica.
La eterna discusión sobre decir lo que uno piensa y cree como un derecho a la libertad de expresión y en este caso también a la libertad de credo de quienes piensan que la interrupción del embarazo, el matrimonio entre personas del mismo sexo o la construcción de la personalidad a partir del género con el que se conciben, son pecados y la línea delgada cuando al decirlo, se señala que la pandemia es consecuencia de la conducta de estos grupos y quienes tienen que salir del mal camino, se convierte entonces indiscutiblemente en un mensaje de odio, ya que un dicho así es prejuicioso y los puede poner en el foco de ataques estigmatizantes que en un momento dado, podría incluso atentar contra su vida.
Y la pregunta es entonces ¿qué hacer? La censura no es opción, ya que legítimamente las personas pueden pensar y decir lo que les venga en gana y con ese mismo principio de libertad, hacerse cargo de lo que dicen y acatar, por tanto, las recomendaciones y sanciones que imponga la ley y la autoridad. Por ejemplo, cuando se violenta el Estado laico, ahí la respuesta debe ser siempre contundente: las creencias religiosas no pueden bajo ninguna circunstancia, ser el motivo para legislar o hacer política pública e intenciones de incidir en estos procesos deben acarrear sanciones bien definidas.
Así que aunque sean “nomás pa’ reflexionar”, lo cierto es que dichos como los descritos fomentan odio y ponen en situaciones de vulnerabilidad a partir de sus señalamientos a otras personas, al mencionar a un modelo de vida como el responsable de la pandemia y ahora tendrán que cumplir con su penitencia por discriminar.