Coronavirus vs los populistas

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larazondemexico

El populismo siempre tiene un pie metido en una realidad alternativa, en una narrativa ajena a cualquier comprobación empírica y en la que el suelo jamás es firme, pues la verdad populista muta a conveniencia.

Este discurso populista es particularmente útil cuando los fenómenos que trata de apropiarse pueden ser sujetos a interpretación, como la historia; pero se vuelve delirante cuando trata de darle sentido a una realidad que se impone de manera incontrovertible y lo contradice. La crisis del coronavirus no sólo está exhibiendo las múltiples fallas de los sistemas de salud alrededor del mundo, las respuestas diferenciadas entre los países con un verdadero estado de bienestar o la enorme brecha de desigualdad que sumirá a millones más en la pobreza, sino que está poniendo en evidencia la incapacidad del populismo para lidiar con la realidad y, por ende, está provocando una crisis enorme de liderazgo.

El mensaje populista se lee siempre en clave personal: sólo una persona es la que concentra en su ser el zeitgeist, el espíritu del tiempo, para ofrecer soluciones a los problemas del ahora. El líder populista se asume como la respuesta infalible ante cualquier cosa que se le ponga enfrente y ocupa todos los espacios con su presencia. Su voluntad es el único requisito para superar la adversidad. Para que funcione un régimen unipersonal, el líder nunca puede estar ausente. Toda esta maquinaria política, entonces, cruje cuando el líder desaparece. Cuando el que se dice capaz de resolver todo no se enfrenta a un problema real, entonces todos se miran con desconcierto. ¿Qué hacer cuando el César se esconde y desaparece?

Cuando el líder populista desaparece, incapaz de lidiar con la realidad, se abre un espacio de oportunidad para que otra persona entre a escena. En Estados Unidos, por ejemplo, ante la parálisis inicial de Donald Trump y su reticencia a tomar medidas inmediatas, los gobernadores han resurgido como líderes capaces de convocar y dirigir la acción determinada del gobierno, como lo ha hecho Andrew Cuomo desde el estado de Nueva York. En Brasil, ante el presidente Bolsonaro convocando a mítines, negando la gravedad de la situación, pero con un conteo de infectados y muertos que crece descontroladamente, Luiz Henrique Mandetta, Ministro de Salud, se ha convertido en la imagen del gobierno más activa para enfrentar el coronavirus e incluso se ha enfrentado al presidente, con declaraciones como “él tiene un mandato popular, y quien tiene un mandato popular habla, y quien no lo tiene, como yo, trabaja”. México camina en la misma línea, la terquedad del Presidente y su negativa a tomar acciones ha abierto la pista para que un subsecretario de Salud se erija como un líder.

Que los populistas se terminen haciendo a un lado puede ser lo mejor que pase en estas épocas de crisis. Incluso en Estados Unidos diversos medios han dejado de enviar corresponsales a las conferencias del presidente sobre el coronavirus porque darle el micrófono ante la crisis ha probado ser peor. Tendremos que guardar en la memoria que cuando se les necesitó, los populistas no pudieron.

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