La cuarentena, que será de más de 40 días, se cumple dependiendo de la responsabilidad social personal, del empleador y de la disponibilidad de recursos. Al inicio de la orden de permanecer en casa fueron motivo de crítica —con justa razón— familias que se fueron a la playa, como si fuera un adelanto de las vacaciones de Semana Santa.
En Twitter, una dolida empresaria posteó: “¿Qué tal burócratas, cómo van con Netflix en la cuarentena? Yo aquí chin... porque si no trabajo, no como”.
Un amigo de la colonia Pedregal de Santo Domingo, Coyoacán —la más poblada de esa alcaldía—, me comentó que la cuarentena era sólo para los empleados públicos, porque los demás debían seguir trabajando.
Otro pequeño empresario, veterinario en la Miguel Hidalgo, me dijo: El coronavirus ya no se llama así; ahora es parvovirus (la principal enfermedad viral canina), porque anda uno como perro, buscando de dónde agarrarse ante la caída de las ventas.
En los tianguis, mercados y supermercados todavía es común encontrarse a adultos mayores haciendo sus compras; y excepcionalmente, también ahí, observamos a padres e hijos menores acudir como si la pandemia no existiera.
No falta la figura pública que, para darnos ánimo ante el encierro, postea su rico asado en su jardín. Como si jardín y asador fueran habitual en la ciudad.
Las calles lucen semivacías de tránsito peatonal, pero el vehicular sigue siendo constante en las vialidades. No obstante que el 23 de marzo se anunció la implementación de la Jornada Nacional de Sana Distancia, 12 días después, los tianguis en colonias populares están atestados.
Permanecer en casa, ante el mayor reto sanitario de nuestra generación, es un privilegio supeditado a que el empleador pague el salario completo, la mitad o el salario mínimo mensual. En el primer supuesto está el Gobierno y escasas empresas; en el segundo y tercero, la gran mayoría de empresas, que están siendo asfixiadas por la nómina y la ausencia de ingresos. Otras han optado por enviar a casa a los trabajadores, sin apoyo alguno.
Además están aquellas microempresas que dan empleo al dueño o una persona más; mismas que deciden permanecer abiertas, o no comer.
Estar en casa para aplanar la curva del contagio debe ser una medida decididamente apoyada por el Estado mexicano, no supeditada a que el empleador o la suficiencia de fondos permitan el confinamiento. El Estado debe ser subsidiario.
Conforme a la información pública presupuestal disponible de la ciudad, al 31 de diciembre de 2019, el subejercicio respecto al presupuesto autorizado fue de 26,167 millones de pesos (mdp). Y conforme al presupuesto modificado, el subejercicio fue de 49 mil 906 mdp.
La disponibilidad financiera fue de 37 mil 200 mdp.
¿Qué espera el Gobierno para ayudar a familias y empresas, a paliar la contingencia?
Permanecer en casa durante la pandemia debería ser un derecho, no un privilegio. Existen recursos públicos para un mayor apoyo.