En aislamiento con el enemigo

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Foto: larazondemexico

La violencia intrafamiliar es un acto de poder por quien tenga o haya tenido algún parentesco y que tiene la intención deliberada de causar daño;  dominando, sometiendo, controlando o agrediendo física, verbal, emocional, económicamente  o sexualmente a cualquier integrante de la familia, pero principalmente a las mujeres.

La violencia intrafamiliar no es un tema único de aquellas familias con menores recursos o en hacinamiento, ya que la violencia en contra de las mujeres se ha construido desde una cultura machista y de impunidad.

A partir del “quédate en casa”, las mujeres tendrán que enfrentar, por un lado,  un aumento en la carga de los cuidados y los trabajos domésticos;  las jornadas de 30 horas a la semana dedicadas a realizar este tipo de trabajos seguramente aumentarán. Y por otro lado,  padecerán exigencias de quienes están acostumbrados a que se les sirva y que bajo el estrés de no trabajar y/o no tener ingresos harán de los hogares espacios de violencia y ellas tendrán al enemigo en su casa sin tregua.

La numeralia no nos deja mentir:  son asesinadas 10 mujeres al día; el agresor en la mayoría de los casos es su pareja afectiva o un familiar. De las mujeres violadas en México,  31 por ciento son niñas entre 4 y 6 años, que sufren violación en su casa y por algún familiar cercano. Aproximadamente 4 de cada 10 mujeres en México viven algún tipo de violencia intrafamiliar y entre los principales agresores sexuales están la pareja afectiva, los tíos y los primos, pero en la lista aparecen también  los abuelos, los padres biológicos y los hermanos.  A partir del aislamiento por el Covid-19 estas conductas  han crecido en un 60 por ciento.

Es profundamente doloroso vivir este tipo de agresiones, porque sucede en el espacio que debería ser el más seguro, nuestra casa; y además, el dolor deberá andar un calvario para encontrar acceso a la justicia y debido proceso. Las mujeres se toparán con un sistema patriarcal con privilegios para los agresores. Sólo basta ver lo que sucedió hace unos días con María Elena Ríos, joven rociada con ácido por el presunto autor intelectual, Juan Antonio “N”,  quien, ya detenido,  fue trasladado a un hospital privado por un dolor abdominal;   mientras que ella, como víctima marcada de por vida en casi 80 por ciento de su cuerpo, nunca contó por parte de las autoridades con ese trato tan preferencial. Con el hashtag #OaxacaEstamosAtentas, periodistas, activistas y otras mujeres víctimas como María Elena han fijado su atención en el proceso legal de este caso para no dejar margen a la evasión de la justicia o  a “la carga de la prueba social” a la que se suele someter a las mujeres maltratadas en nuestro país.

Es cierto que se están haciendo esfuerzos para eliminar la violencia intrafamiliar, tanto a nivel federal como en muchas entidades federativas y la CDMX, pero también es cierto que la pandemia ha obligado a miles de mujeres a quedarse en una casa donde corren el riesgo permanente de vivir y dormir con su agresor, rogando porque éste no las alcance antes que el Covid-19.

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