Romper la cuarentena

5ece205012574.jpeg
larazondemexico

Alrededor del mundo se han articulado movimientos que hacen un llamado a romper con las medidas de confinamiento debido, principalmente, a las consecuencias económicas que ya se están viendo y que, además, continuarán profundizándose a medida que avance el tiempo.

En Estados Unidos, por ejemplo, en diversas ciudades han comenzado a aparecer manifestaciones de ciudadanos que demandan el fin de las restricciones de movimiento que han sido impuestas por los gobiernos. Los manifestantes son, en su mayoría, simpatizantes de Donald Trump, y eso no es ninguna sorpresa, pues el propio presidente ha encabezado múltiples señalamientos de querer terminar lo antes posible con las medidas de aislamiento y distanciamiento social para reabrir la economía, incluso pretendiendo imponerse por sobre las decisiones de los gobernadores.

Brasil se encuentra en un estado de confusión similar, pues mientras las cifras de contagiados y fallecidos crecen sin control y algunos gobiernos locales han decretado medidas, el presidente Bolsonaro sigue participando en mítines de partidarios que reclaman seguir con la vida como si nada sucediera.

Y así, si uno se detiene en cada uno de los diferentes países afectados, se encontrará con grupos, mayormente de corte conservador, que piden el fin inmediato de las medidas de aislamiento, minimizando la dimensión de la crisis de salud. El discurso que enarbolan puede parecer legítimo y hasta sensato en algunos casos, pero esconde un profundo desprecio por el interés colectivo en el que los costos económicos parecen más importantes que los costos humanos.

Porque las naciones en que las medidas de aislamiento fueron tomadas tardíamente, o no con la rigurosidad necesaria, están comenzando a pagar las consecuencias. Suecia, por ejemplo, que durante muchas semanas se convirtió en un eslogan de cómo un país desarrollado podía enfrentar la crisis del coronavirus sin cerrar su economía (no se suspendieron las clases, la mayor parte de la vida pública no sufrió restricciones y el papel del gobierno se ha limitado a emitir recomendaciones), hoy tiene una tasa de defunciones del doble que su vecina Dinamarca y casi 10 veces más que la de Finlandia.

Incluso en lugares que decretaron una victoria temprana ante el virus y que han comenzado a regresar a la normalidad, como Hong Kong, Singapur o Taiwán, hoy está apareciendo una segunda ola de infecciones que, si bien están pudiendo controlar con complejos y sofisticados mecanismos de seguimiento, muestran que romper la cuarentena sin haber tomado las medidas necesarias para mantener la enfermedad a raya puede provocar todavía más muertes.

Por ello la respuesta que más urge no es el fin de la cuarentena, sino la acción efectiva de los gobiernos y las instituciones para proteger y ayudar a quienes más han sufrido y sufrirán las consecuencias. Esto pasa necesariamente por pensar primero en los más pobres, pero también por diseñar medidas para las clases medias, que probablemente serán el grupo más golpeado por la crisis. Pedir el fin anticipado de la cuarentena o seguir haciendo la vida con normalidad puede parecer una buena idea para algunos, pero sólo lo es para quienes se beneficiarían de ello, no para la colectividad.

Twitter: @leonugo

Temas: