Dilemas fatales y soluciones éticas

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Foto: larazondemexico

Hay circunstancias terribles en las que hay que elegir entre salvar la vida de una persona X o de una persona Z, dado que no es posible, por circunstancias fuera de nuestro control, salvar las vidas de ambas. Se trata de un dilema fatal.

Con la epidemia de Covid-19 se ha planteado el siguiente caso: Hay un solo respirador en una clínica, si al mismo tiempo llegan dos pacientes que lo necesitan, ¿a quién habrá que dárselo? La Guía Bioética que se discutirá esta semana en el Consejo de Salubridad ofrece un criterio para resolver el dilema fatal. Si X tiene más probabilidades de sobrevivir que Z, entonces el respirador se le dará a X. En caso de que las probabilidades de sobrevivencia de ambos sean idénticas, se decidirá al azar.

Esta regla tiene varias dificultades. Una de ellas es determinar quién tiene la mayor probabilidad de sobrevivir. La decisión tiene que ser rápida porque pueden morir los dos si no se actúa de inmediato. Sin embargo, el veredicto requiere que se realicen algunos estudios clínicos e interrogar al paciente o a sus familiares para conocer su historia médica. Supongamos que la evaluación de X termina primero que la de Z. Hasta que no esté lista la evaluación de Z, no se sabe con fundamento quién tiene mayores probabilidades de sobrevivir. Una solución es ponerle el respirador a X mientras llegan los resultados de Z. Hay que sedarlo e insertarle un tubo hasta la tráquea. Supongamos que terminan de hacerlo y entonces llegan los resultados de Z, que apuntan a que Z tiene más probabilidades de sobrevivir que X. Entonces, los médicos tienen que quitarle el respirador a X y ponérselo a Z.

Los dilemas fatales nos ponen en una situación en la que no sabemos con certeza cuál es la solución que se ajusta mejor al bien y a la justicia. Esta incertidumbre puede tener dos causas. O bien porque ignoramos qué son el bien y la justicia y, por ello, no sabemos cuál es la decisión correcta o bien porque ninguna solución merece calificarse como completamente buena y justa.

Se supone que la Guía Bioética se hizo para ayudar a los médicos, pero es tan larga, tan burocrática y tan enredada que dudo que sirva para ese propósito. Esto ya es preocupante, pero lo que me inquieta más es que la Guía pretenda ser correcta desde un punto de vista ético. En otras palabras, que se ofrezca como la única manera en la que los médicos puedan tomar, en cada caso, la decisión más buena y más justa.

A mí me parece —y no soy el único que piensa así— que los criterios utilitaristas de la Guía no son correctos desde un punto de vista ético. Si el dilema fatal al que nos enfrentamos tiene una solución totalmente buena y justa —porque podría no tener ninguna— habrá que buscarla por otro lado.

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