Anticomunismo 2.0

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Foto: larazondemexico

Cierta derecha latinoamericana no parece dispuesta a asimilar el fin de la Guerra Fría. Treinta años después del muro, ve autoritarismo únicamente en la izquierda y lo asocia a una reformulación del viejo proyecto comunista. No es exclusiva del trumpismo o de la zona más reaccionaria del conservadurismo en Estados Unidos la confusión entre socialismo y comunismo.

Mientras subestima la pandemia del coronavirus, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, llama a una cruzada contra el comunismo, englobando en éste toda la oposición que se le enfrenta. Bolsonaro y su ideólogo, Olavo de Carvalho, han reiterado desde que estaban en campaña que sueñan con convertirse en un “punto de inflexión” en Brasil y América Latina, encabezando la “lucha contra la ideología de izquierda”.

Carvalho es un conocido propagandista del conservadurismo brasileño que, como sus pares en Estados Unidos, piensa que todas las demandas progresistas —ecologismo, feminismo, autonomía de las comunidades indígenas, gasto social, educación y salud universales y gratuitas…— son “comunistas”. Con la caída del muro, a su juicio, las ideas comunistas no fueron derrotadas sino todo lo contrario: ganaron mayor difusión gracias a la hegemonía del marxismo cultural en el mundo universitario occidental.

Carvalho, que vive en Virginia, y es cercano a Steve Bannon y otros teóricos del conservadurismo estadounidense, fue uno de los artífices del viaje de Bolsonaro a Washington, en que el presidente reiteró su promesa de luchar contra el comunismo. Dos ministros de Bolsonaro, el de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, y el de Educación, Ricardo Vélez Rodríguez, se asumen públicamente como sus discípulos.

Según esa ideología, que rodea al presidente del país más poblado de América Latina, toda la izquierda global, que en sintonía con el trumpismo llaman despectivamente “globalista”, es partidaria del comunismo. La brutal indistinción que se produce en ese pensamiento lleva a definir como “comunistas” el liberalismo estadounidense, la socialdemocracia europea, las izquierdas democráticas latinoamericanas y, por supuesto, los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba.

En una sonada polémica con el ideólogo nacionalista ruso, Alexander Duguin, Carvalho vinculó el nuevo comunismo mundial con los proyectos geopolíticos de China y Rusia. El vasto e irreductiblemente heterogéneo universo de las izquierdas latinoamericanas, según esa derecha brasileña, es la punta de lanza de una alternativa geopolítica a Occidente en la que estarían perfectamente coordinados Moscú y Beijing.

El anticomunismo 2.0, como lo que queda del viejo socialismo real en el desvencijado bloque bolivariano, sigue pensando el siglo XXI desde el maniqueísmo de Guerra Fría. De un lado los buenos, partidarios del “mundo libre” occidental; del otro, los malos, todos los izquierdistas que responden, de una u otra forma, a ese inverosímil eje chino-ruso.

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