Las mujeres gobiernan y cuidan a los ciudadanos

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La semana pasada, The Economist sostuvo que los países que mejor habían atendido la crisis de la pandemia por el Covid-19 estaban gobernados por mujeres. No me sorprende. El semanario resalta la gestión de Mette Frederiksen, de Dinamarca; Katrín Jakobsdóttir, de Islandia; Sanna Marin, de Finlandia; Angela Merkel, de Alemania; Jacinda Arden, de Nueva Zelanda; Erna Solberg, de Noruega, y Tsai Ing-wen, de Taiwán. Todas han salvaguardado la vida de sus ciudadanos y, afortunadamente, los decesos han sido pocos.

Tanto en la política interna como en la internacional, se pueden encontrar otros casos contundentes. En Reino Unido, el contraste entre la participación de la reina Isabel II y el primer ministro no pudo ser más chocante. Mientras Boris Johnson daba tumbos para después caer enfermo, la reina ofreció un discurso sensato, directo, esperanzador y exigente; apeló a la fortaleza histórica del espíritu inglés y adelantó la gravedad de la situación.

Asimismo, las diferencias entre países transatlánticos han sido notorias. En Alemania, la gestión de Angela Merkel ha sorprendido, pues logró aplanar la curva de contagios sin medidas de confinamiento total. Mientras tanto, en Estados Unidos, Donald Trump recomendó inyecciones de limpiadores para “matar al virus”.

Tanto Merkel como Isabel II o cualquier mujer de nuestros días ha carecido —en mayor o menor medida— de condiciones de igualdad de trato, oportunidades, derechos; incluso, de percepción. La necesidad de remontar en el masculino mundo político, les dio las herramientas para enfrentar, mejor que cualquier hombre, el mayor reto sanitario y económico que ha visto la humanidad.

¿Cuál es la receta del éxito de estas mujeres? Ante todo, han dicho la verdad a sus ciudadanos: nada de cifras maquilladas ni datos sospechosos. Aunque los números —en decesos o en caída económica— sean difíciles, han mantenido la confianza de los ciudadanos a base de credibilidad y honorabilidad.

En segundo lugar, pocas exposiciones en los medios de comunicación. Ellas saben que el voraz consumo de la televisión o las redes sociales es insaciable. Así, tanto Angela Merkel como la reina Isabel II son muy cautelosas al dirigirse a sus pueblos; tanto que se pueden contar con los dedos de la mano su aparición en medios.

En tercer lugar, son aliadas de la ciencia y respetan las indicaciones de los expertos en salud; el caso de Angela Merkel es todavía más certero, pues su doctorado en química cuántica le da las credenciales y la

pericia para comprender las aristas y los riesgos de

la pandemia.

Otro punto esencial es que acatan las instrucciones que dan a sus ciudadanos; ambas han hecho cuarentenas de aislamiento y su conducta ha sido ejemplar, pues saben que el ejemplo es más convincente que 14 horas de exposición mediática.

Una crisis sanitaria expone la importancia de las labores de cuidado —sanitario o doméstico— que han sido territorio familiar para las mujeres. De esta forma, el cuidado es la amalgama que articula a los otros ingredientes. Las mujeres no sólo administran conflictos y atienden crisis; además, cuidan a sus ciudadanos.

Finalmente, aun con los buenos resultados, no han declarado victorias ilusorias ni han tenido devaneos de triunfalismo, pues la complejidad del evento sólo puede enfrentarse con sobriedad, mesura y prudencia.

Así, veracidad, respeto por la ciencia, pocas exposiciones televisivas, congruencia en la conducta y un carácter templado han sido los ingredientes que les han permitido crear una fórmula que, aunque no cura, contiene las molestias del Covid-19.

¿Es posible atribuir estos atributos exclusivamente a las mujeres? No. Pero cuando en el campo de juego social tienes que demostrar, constantemente, que tus acciones y decisiones son inteligentes y sensatas, no queda tiempo para fanfarronerías ni para delirios de grandeza. Así que, en buena medida, la madurez y la pericia mostradas se forjaron como consecuencia de

la adversidad social que han tenido que enfrentar.

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